“Hablar con las manos y oír con los ojos”

“Hablar con las manos y oír con los ojos”

Nico Mestre es sordo, y desde su trabajo diario en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) en la ciudad de San Juan, promueve el cumplimiento del cupo laboral del 4% para personas con discapacidad, en organismos del Estado.

Entre coordenadas de GPS, planillas de inscripción y mapas de áreas productivas de San Juan; Nicolás Mestre, de 38 años, trabaja meticulosamente para registrar cuántos productos fueron entregados a viñateros, y cuántos aún quedan en el depósito. Muchas veces, deja su puesto frente a la computadora, y con amabilidad les explica a los productores la manera más efectiva de realizar la aplicación sobre los viñedos, con la intención de erradicar la polilla que ataca la vid. Lobesia botrana es el nombre científico.

Nico se comunica con todos. Sin embargo, recalca  que sería muy importante para él que la Lengua de señas fuera un código compartido con el resto de las personas. Por esto, y para tratar de romper barreras, un día fotocopió unos folletos que le habían acercado, y se los entregó a cada uno de sus compañeros. “Más allá de la discapacidad, yo puedo” es lo que Nico explica, para intentar, a través de la información, concientizar sobre la inclusión de todas las personas sordas al trabajo.  

Aclara que nunca se ha sentido discriminado, pero considera muy necesario que las personas oyentes se interioricen sobre esta situación, para derribar mitos. Uno de los conceptos erróneos es referirse a ellos como “sordomudos”, lo que no es así. Las personas sordas sí tienen la capacidad de hablar, ya sea de forma oral, escrita o a través de la Lengua de Señas, un tipo de comunicación basada en lo visual y lo gestual.

Nico Mestre trabaja en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA).

Su historia

Nicolás ingresó al Centro Regional Cuyo del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en octubre de 2011. Le faltaban dos materias para obtener la Tecnicatura en Biología. Nico comenzó cumpliendo funciones como monitoreador en la provincia de San Juan: debía visitar varias fincas por día, en diferentes localidades, para revisar las trampas instaladas en esos predios y detectar si allí había polilla de la vid, como la conocen los viñateros. Con el tiempo sus tareas fueron variando, más cercanas a la oficina que en el campo. Hoy realiza trabajos administrativos, vinculados a las inscripciones de los productores vitícolas en diferentes sistemas sanitarios.

Nico nació con sordera bilateral profunda, al igual que su hermano, dos años menor que él. Aclara que sus padres no tienen ningún problema auditivo, “esto derriba otro mito, que es que esta condición se hereda y no es así”.

Los padres, que trabajaban en el Ministerio de Educación de la provincia, se trasladaron a Buenos Aires, en 1986, con sus hijos, de 4 años y 2 años. Buscaban mejores oportunidades de educación para sus hijos, ya que ambos tenían la misma discapacidad.  Es así que cursaron la escuela primaria en el Instituto Oral Modelo, “uno de los mejores colegios oralizados del país”, cuenta. En 1998, con algunos años de secundaria ya cursados, la familia Mestre volvió a San Juan; Nico y su hermano finalizaron sus estudios en escuelas de educación común, sin inconvenientes.

Años después, Nico ingresó a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de San Juan para estudiar la Tecnicatura en Biología. Cursó regularmente más allá de reconocer que tanto en este ámbito como en otros, falta información sobre las condiciones de ofrecer una educación universitaria más inclusiva. “Yo sólo necesitaba leerle los labios a los profesores, por eso siempre me sentaba en los primeros bancos. Muchos docentes, al explicar se movían por el aula o no miraban de frente a los alumnos, lo que me impedía verlos, en esos casos recurría a los apuntes de mis compañeros para saber qué se había dicho”, recuerda.

Con la idea de favorecer esa inclusión, Nicolás explica la importancia que tiene el uso de la Lengua de Señas. “Es el idioma de la comunidad sorda”. Recién con 22 años, Nico decidió aprender este código que “es como hablar con las manos y oír con los ojos”.  Su educación, en Buenos Aires, fue exclusivamente oralizada, por lo que decidió ampliar sus modos de comunicarse con los oyentes. En una de esas clases, entre charlas y lecturas,  conoció a Desiré, también sorda, con quien hoy convive, y son papás de Oriana, una niña “que escucha perfectamente”. Nico recuerda que su hija con solo 8 meses, comenzó a comunicarse con ellos a través de las señas, lenguaje que comparte toda la familia para poder hablar. 

Por más trabajo inclusivo

Con una mirada serena y aguda a la vez, Nico afirma “si hay dificultades, hay solución”. Y su experiencia demuestra que es así, aunque reconoce que no a todas personas con discapacidad les resulta fácil encontrar su trabajo. Él estuvo tres años buscando, y cuenta que en algunas entrevistas sintió rechazo, por el desconocimiento. “Todas las personas sordas, o con alguna discapacidad deberían poder integrarse en diferentes instituciones, ya que la ley 25.689 establece que el Estado está obligado a ocupar personas con discapacidad en una proporción no menor del 4% de la totalidad de su personal. Esto no se cumple, ni en el Senasa ni en otro organismo”, asegura con mucha vehemencia.

San Juan también cuenta con legislación provincial, desde el 2007. La ley N° 7850 en el artículo 29 establece que “el Estado Provincial, sus Organismos descentralizados o autárquicos, los Entes públicos no estatales y/o Empresas del Estado, están obligados a ocupar personas con capacidades especiales que reúnan condiciones de idoneidad para el cargo, en una proporción no inferior al 4 % anual del ingreso de personal”. 

Situación poco alentadora

El Estudio Nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, elaborado por el Indec y presentado en diciembre de 2018, reveló que el 10,2% de la población de 6 años y más tiene algún tipo de dificultad, por lo que aproximadamente son más de 3.500.000 de argentinos. Según este estudio, el derecho a un trabajo es uno de los más vulnerados, ya que solo un 32,2% de esta población en edad laboral logra acceder a un empleo. De ese porcentaje, el 66% se desempeña en el sector privado y solo el 34%, en el público. 

Por otra parte, la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI) expresó, a través de un documento publicado a principios de 2018, que existe un retroceso en el cumplimiento del cupo laboral por parte del Estado Nacional. “El porcentaje de personas con discapacidad empleadas en el Estado era de 0,91% en diciembre de 2017, mismo valor que en 2015. Está muy lejos de la meta del 2% para 2019 fijada en el Plan Nacional de Discapacidad. Y lejísimo del 4% que exige la Ley Nº 25.689”, concluye.

“La única diferencia entre las personas sordas y las que escuchan, es que nosotros vivimos en un mundo de silencio”, explica con mucha simplicidad Nico, “en el resto somos iguales”. Iguales para acceder a un trabajo, derecho  que muchas veces el propio Estado les niega.

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