Lentejuelas, plumas y muchos colores: ¿alcanza?

Lentejuelas, plumas y muchos colores: ¿alcanza?

Por Rosario Cuadros y Magalí Ahumada

A dos años de la sanción de la Ley de Cupo Laboral Trans en Argentina, miles de personas de la comunidad siguen sin trabajo formal. ¿Qué pasa en San Juan?

Los dos lados de la cinta

Entramos en un espacio lleno de humo rosa y lentejuelas. Gusta, encanta, entretiene, casi que hipnotiza. Pero si nos sumergimos un poco más en ese mar de glitter y corremos las cortinas del escenario, allí donde Britney y Miranda! ya no hacen retumbar el piso, se dejan ver algunas cosas que desentonan con la performance que solemos ver. ¿Qué hay al final del arcoiris?

Lado A: Peña Queer, Marcha del Orgullo, cooperativa de Cultura Drag, Festival Urbano por la Identidad, Semana de la Diversidad

“Hoy somos todos diversos. En San Juan todos los años pintamos la Legislatura con luces de los colores LGBT y hacemos las grandes marchas del orgullo. La verdad que son impresionantes las marchas que se han dado estos últimos años. Celebramos, desde nuestra comunidad, celebramos”. Palabras que salieron de la boca de Verónica Araya, mujer trans de 42 años y coordinadora de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero (ATTTA) en San Juan.

Lado B: hambre, frío, hacinamiento, incertidumbre, intervenciones quirúrgicas clandestinas, abandono, trabajo sexual como única salida, promedio de vida de 35 años.

“Celebramos, pero entendemos que todavía no hay mucho para celebrar en San Juan. Porque todavía nos morimos en los pasillos de los hospitales. Porque nos pudrimos con aceites industriales en el cuerpo. No tenemos vivienda, las chicas pagamos alquileres diarios, cifras exorbitantes. Porque justamente, no tenemos trabajo registrado, entonces, no tenemos un recibo de sueldo, ni garantes”, nos contó  Verónica cuando fuimos a entrevistarla a su lugar de trabajo. 

Allí, en el Centro Cívico, sentadas en el corazón burocrático de nuestra provincia, escuchamos en silencio y sin interrumpir su realidad y la de muchas de sus compañeras. Quedamos impactadas, tanto que cambiamos la concepción que teníamos sobre el tema de esta nota. Verónica le puso stop a la música y apagó las luces de la fiestita mental en la que estábamos. 

El problema

En el sistema económico que rige nuestro mundo, el trabajo, para bien o para mal, se convierte en el eje de la vida. Todo gira alrededor de los ingresos: comida, techo, salud, ropa, identidad, estética. Sin dinero, la vida material es imposible, por lo tanto, el trabajo es un derecho fundamental. Todos y todas lo necesitamos para poder gozar de otros derechos. Pero, ¿todos/as accedemos al trabajo de la misma manera? No. Cada puesto laboral tiene sus propios requisitos, algunos de naturaleza técnica, que tienen que ver con las capacidades del trabajador/a, y otros, relacionados a lo social, a la estética, las ideologías y las creencias. 

Imaginemos por un momento la siguiente escena: una persona es marginada por su autopercepción e identidad, es expulsada del sistema educativo a temprana edad y, quizás, hasta de su propia casa; es obligada a crecer y desarrollarse en un entorno hostil, todo por ser de la forma que es. Esta descripción, que en realidad no es para nada imaginaria, es la historia que comparten miles de mujeres y hombres trans. Miles de personas que, muchas veces, sin estudios primarios completos, ni ninguna experiencia laboral “digna” de ser añadida a su currículum vitae, se ven obligadas a aceptar cualquier actividad que les dé para comer, les guste o no. El sol no brilla para todos/as, para algunos/as no aplica esa fórmula mágica: pasión y trabajo. ¿Cómo podemos creer que existe igualdad de oportunidades para el acceso al trabajo?¿Cómo podemos pensar que trabajar es solo una cuestión de voluntad?

“Yo, por ejemplo, estoy terminando el secundario, el año pasado terminé el primario, y esa es la situación de la mayoría de nosotras. No pueden exigirnos tener un título terciario o un currículum bien abultado porque la sociedad y el Estado nunca nos dio la posibilidad para poder acceder a esto” nos contó Verónica. “Tanto que nos molesta verlas paradas en la esquina, démosle trabajo a las compañeras” agregó.

No podemos hablar de casos aislados, ni de “gustos” o “flojeras”. La problemática es clara: hay una desigualdad estructural que oprime a una comunidad entera. Entonces ¿cuál es la solución? ¿Qué debería hacer el Estado para salvar de la muerte a un sector de la sociedad? 

Si tan sólo existiera una ley que le garantizara a la comunidad trans el acceso al trabajo formal para contrarrestar la desigualdad que las mata… Ah, esperen, existe.

Una ley prometedora

La Ley N° 27.636 de Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgéneros, «Diana Sacayán-Lohana Berkins», obliga a las instituciones nacionales como ANSES, PAMI, AFIP y Correo Argentino a contratar personas trans hasta completar un cupo del 1% del personal total del Estado Nacional. Al contrario de lo que muchos piensan, las personas trans no le “robarían” el trabajo a nadie. Como explica el artículo 5, el contrato de alguien trans no implica el despido de otro empleado/a de la institución. 

Leyla Espinoza, activista y militante trans sanjuanina, nos dijo: “Necesitamos esta ley para decir ‘mirá, tenemos derecho a trabajar’. No pedimos privilegios ni nada parecido, solamente queremos igualdad de derechos ante cualquier otro ciudadano de la provincia, del país o del mundo. Pedimos que no se nos niegue la posibilidad de desarrollarnos como personas por el hecho de ser quienes somos”. Leyla acompañó en Buenos Aires a “las grandes históricas” en la lucha por los derechos de la comunidad. Trabajó a la par de la activista promotora del proyecto de ley, Diana Sacayán, que da nombre a ley de Cupo a partir de su asesinato en 2015 bajo un crimen de odio. 

Como resultado de esa lucha, la ley fue promulgada el 8 de julio de 2021, hace exactamente dos años. Este hito significó una esperanza para miles de personas trans en Argentina, fue una bocanada de aire puro. Pero el triunfo fue algo efímero y teórico. En la práctica, en la vida real, la mayoría de estas personas no han percibido ningún cambio. 

En la provincia hay dos problemas: por un lado, las instituciones estatales nacionales con sede en San Juan, como ANSES, PAMI, AFIP y Correo Argentino, por responder al Estado Nacional, ya deberían haber implementado la ley. La legislación establece un plazo máximo de 2 años para completar, al menos, ese 1% de puestos en las instituciones estatales nacionales. Sin embargo, en su mayoría, aún no implementaron el cupo laboral. Por ejemplo, en PAMI San Juan, desde el 2020, hay una resolución para incorporar a personas trans que aún no se cumple. Sobre esto, Leyla Espinoza nos comentó: “Tuve reuniones con Juan García de PAMI y Pablo Ruiz de ANSES para incorporar personas del colectivo y todavía no hubo respuesta por parte de los directivos. Allí tendría que haberse implementado desde el primer momento, antes que los organismos de la provincia incluso”. 

Algo similar ocurre en la Universidad Nacional de San Juan, una institución nacional (pero autónoma) que adhirió a la ley de cupo en mayo de 2022, o sea, hace más de un año, pero aún no termina de aprobar la reglamentación para que se implemente. De todos modos, esta semana hubo novedades. La Comisión paritaria local de Seguimiento e Interpretación de la Carrera Docente acordó reunirse el 24 de julio para instrumentar la aplicación de la ley en el estamento docente.

Por otro lado, San Juan todavía no adhiere a la ley nacional para poder implementarla en sus organismos públicos tales como OSSE y los distintos  ministerios, direcciones y secretarías provinciales. 

Un gobierno con miedo al compromiso

Araya nos contó: “Se presentó el proyecto de adhesión al Cupo Laboral acá en la Legislatura hace dos años y no se ha tocado. Los diputados de la provincia, los compañeros peronistas (yo soy peronista y cristinista) solamente tienen que firmar. No hay que leer nada, porque la ley ya está a nivel nacional. Es bajar al recinto y firmar, y los diputados no han bajado porque el proyecto lo presentó una diputada del Pro. Es una mezquindad política y, lamentablemente, en la tirantez política de los partidos quedamos nosotras en el medio, y en esto se va la vida de las personas trans. Ellos no lo votaron y quedamos nosotras sin acceder al trabajo formal”. 

Para entender mejor el contexto provincial, hablamos con Elián Sánchez, de la Consejería para personas Trans, Travestis y No Binarias (dependiente de la Dirección provincial de Mujeres, Géneros y Diversidad) y miembro de “Espartanos” (asociación sanjuanina de varones trans). Él nos comentó que, en la actual gestión, el gobernador y algunos funcionarios departamentales (Capital, Santa Lucía, Caucete) incorporaron, de “buena voluntad”, a personas trans en organismos estatales provinciales. Sin embargo, al igual que Araya, nos dijo que la Cámara de Diputados lleva meses sin aprobar una simple adhesión a la ley nacional. 

En la subdirección de Género de la Municipalidad de Capital, trabaja como coordinadora de  diversidad y género Luciana Guzmán, una mujer trans incorporada en la última gestión.  Ella expresó que “el cupo laboral trans no se está cumpliendo en ninguna institución de la provincia, porque la ley habla de la seguridad para trabajar. Yo tengo contrato, pero el cupo habla directamente de una planta permanente, sin necesidad de ser profesional, sin necesidad de cumplir tantos años de antigüedad. No podemos afirmar que, por dar un contrato, están cumpliendo con la ley”.

Verónica Araya conoce a cinco mujeres trans que trabajan como administrativas en municipios y provincia. Pero, además de ser insuficientes en número, los puestos son inseguros.

“Todos los diciembres deben renovarse (o no) los contratos de las personas prestadoras  de servicios en las instituciones estatales, y eso nos genera mucha incertidumbre. Desde los once años soy trabajadora sexual y ya con 42 años, mi silicona, mi cuerpo, los fríos, los huesos… no me da el cuerpo para pararme de vuelta en una esquina. Lamentablemente, el Estado está jugando con nosotras a la ruleta rusa. En cualquier momento nos dejan sin contrato y yo tendría que volver a ejercer el trabajo sexual con 42 años”. 

En San Juan la situación es paradójica: el mismo gobierno que se muestra abierto a las diversidades y que organiza multitudinarios eventos para visibilizar la comunidad,  no se compromete a generar verdaderas posibilidades de desarrollo para la comunidad trans sanjuanina. ¿Qué ocurre cuando sus posibilidades laborales dependen de una voluntad política que no tiene más sustento después del 10 de diciembre debido al cambio de gestión? La visibilización de la diversidad es importante, ayuda a derribar estigmas y a crear una sociedad más igualitaria. En eso estamos todas/os de acuerdo. Ayuda, sí, pero ¿alcanza con eso? ¿De qué sirven los reconocimientos, el orgullo y los festejos cuando hay personas del colectivo que aún no pueden acceder a derechos básicos? 

¿Hasta cuándo? 

“Acá se muestran los festivales en los medios de comunicación, pero se muestran cosas que no son la realidad. La realidad no es que vivimos llenas de plumas, de lentejuelas, con la música ‘punchy punchy’ y está todo joya. Nosotras estamos muertas de hambre y no tenemos para vestirnos. Tenemos que salir a la esquina todos los días a tomarnos el whisky para aguantar el frío y poder trabajar para tener para comer al otro día. Esa es la realidad de la comunidad”. 

El pedido de Verónica Araya, que representa el de muchas mujeres y hombres trans de San Juan, es el mismo desde hace años, porque la situación sigue siendo la misma. Nosotras, Rosario y Magalí, pensamos que no es necesario escribir mucho más. El problema ya está planteado, y la solución también. Lo único que se necesita es un poco de empatía y compromiso real por parte de nuestros/as funcionarios/as. Para cerrar, les dejamos unas últimas palabras de nuestra entrevistada: 

“Les pregunto: ‘¿hasta cuándo nos van a dar regalitos y reconocimientos?’. No sé dónde meter tantos regalitos. Les agradezco de corazón, me parece perfecto. Pero, ¿qué les parece si en vez de eso nos ponemos las pilas, paramos el tránsito al gobierno y peleamos por las compañeras que no tienen para comer? Y ¿si en vez de darle un reconocimiento, le damos un bolsón de mercadería o le damos una orden de compra para carne? Que por llenar todo de plumas y lentejuelas, darles un reconocimiento y aplaudir parece que acá está todo bien”. 

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