Murga murguera

Murga murguera

Escribe: Mariana Silva

La murga «Sembrando Libertad» nace hace dos años en la placita del barrio Wilkinson, del departamento Rivadavia, en San Juan. Allí, un árbol-que hoy puede apreciarse como parte de la identidad visual de la murga- vio crecer infancias libres. El taller de murga cobra sentido en el marco del trabajo territorial y la militancia que viene realizando «Vientos de Libertad», una rama del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTEP) que contiene a jóvenes que atraviesan situaciones de consumos problemáticos (diversos), según explicó Tatiana Villegas, excoordinadora de Vientos de Libertad y mamá de chicos/as de la murga. 

Actualmente, Vientos de Libertad, junto con el colectivo murguero tienen la sede en la casita ubicada en la Villa Rodríguez Pinto (Rivadavia), ubicada en calle Pueyrredón 435 oeste entre Zonda y Mariano Moreno. Específicamente el taller de murga, a cargo de dos profesores y una profesora (que también forman parte de la murga Los Fanáticos del Ritmo), ensaya los lunes y jueves de 19hs a 21hs en la plaza de esa villa, a dos cuadras de la casita de Vientos sobre la misma calle Pueyrredón. Además de ofrecer un espacio para aprender a tocar instrumentos y a danzar realiza talleres de apliques (adornos para el vestuario) y de producción de glosas y música,entre otros.

El espacio de la murga surge como uno de los tantos talleres que ofrece el movimiento social para acompañar a jóvenes que se encuentran en proceso de recuperación. Tatiana comentó que quienes atraviesan situaciones de consumos problemáticos «están tan rotos», que cuando se acercan al espacio afirman que «no sienten nada». Esas personas están totalmente disociadas y enajenadas de sí mismas. Sus lazos sociales y vínculos más cercanos están quebrados y eso les genera una sensación de soledad que muchas veces se vuelve insostenible. Frente a ese contexto, los talleres y el espacio que ofrece Vientos contribuye a rearmar física, psíquica, emocional y afectivamente a esos jóvenes. 

La murga, específicamente, es un espacio artístico cultural que le permite a quienes forman parte de ella expresarse corporalmente a través de la danza, el maquillaje, el vestuario y la música. Surgió como una estrategia, en el marco de un proyecto político más amplio como es el de Vientos de Libertad que trabaja en conjunto con SEDRONAR (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina), para contener a personas adultas con consumos problemáticos. El taller de murga apuesta a construir y reafirmar los vínculos con el territorio donde está inserta y su identidad villera. En ese sentido, desde julio del 2023, referentes de aquel espacio co-gestionaron un proyecto de extensión, en el marco del Programa de Fortalecimiento a la Extensión “Más Extensión” con la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) de la Universidad Nacional de San Juan  (UNSJ) para fortalecer la dimensión artística-identitaria de la murga y sus vínculos con la institución educativa. En el marco de esa propuesta se coordinó el desarrollo de algunos ensayos en el Comedor Universitario Mario Gutiérrez del Complejo Universitario Islas Malvinas (CUIM), ubicado en el edificio de Av. Ignacio de la Roza,durante los meses de invierno. También se realizó en la FACSO un Taller de Moldería y Confección, orientado a vestuario de murga, Nivel Básico, a cargo de una integrante de la murga Los Fanáticos del Ritmo (formada en el oficio) y una docente de la Facultad de Arquitectura,Urbanismo y Diseño (FAUD), formada en diseño de indumentaria. Del espacio de formación participaron mujeres que tenían algún tipo de relación con chicos/as que integran la murga y costureras de oficio de otros departamentos del Gran San Juan que con un espíritu colectivo y colaborativo como bandera compartieron sus saberes y conocimientos y produjeron 15 levitas (chaleco superior del vestuario murguero) que estrenó la murga el día del festejo de su aniversario (el 18 de noviembre). Además, la murga participó del 50° aniversario de la FACSO-UNSJ y de espacios institucionales de debate y reflexión sobre la extensión crítica. De esa forma se integra y trabaja conjuntamente con distintos actores del territorio, consolidando redes y ampliando el horizonte de expectativas de acceso a la universidad de chicos/as y sus familias.

Porque las murgas nacen en los barrios marginales, en las villas y cuentan las historias de sus vecinos y vecinas, de los chicos y chicas que transitan las cuadras de esas villas y sus rincones, sus sentires y pensares, sus alegrías y también sus penas. 

Sin embargo, las murgas no siempre son bien recibidas en sus territorios. Como dice la glosa de una de las canciones de autoría de Sembrando Libertad: «Una vez nos hacemos presentes en la plaza, en la esquina, o donde tengamos que levantar nuestro estandarte en contra de las injusticias que nos acechan. A usted vecino, ya que nos manda a la policía queremos decirle que nosotros no estamos en guerra, en verdad deseamos sembrar conciencia acá en el barrio para que juntos seamos más fuertes y podamos ir en contra de la desigualdad y el racismo, que nos podamos dar una mano si la inflación nos ataca, y para que unidos fomentar nuevos espacios de comprensión y lucha.. levantamos nuestro estandarte y le hacemos frente a las mineras que nos quieren dejar sin agua para nuestro pueblo, a usted vecino y vecina que nos llama a la policía, queremos contarles que no solo le pagamos fuerte al bombo sino que también sembramos la semilla de la libertad para que cuando crezcamos tengamos un mundo mejor». 

Quienes se acercaron en principio a ese espacio artístico contra hegemónico fueron las infancias. «Profe nosotros de acá no nos vamos, esta es nuestra casita» le decían los chicos y chicas de la murga a Tatiana. Y cómo no recibirlos, si como dice Martina Vera, una de las profes del taller, durante la infancia es cuando se planta la semillita para que «crezcan sanamente y en libertad»; es el momento de prevenir y contener a esas niñeces que actualmente rondan entre los 40 chicos y chicas de entre 5 y 18 años.

Es importante que la comunidad comprenda y brinde su apoyo a estos espacios de contención que son fundamentales como herramienta de prevención del delito. La reconstrucción de los lazos afectivos genera confianza y la confianza permite rearmar el sentido de lo colectivo, ayuda a pensarse con otros y otras en sociedad y no como sujetos aislados. Esto, resulta y motoriza una convivencia democrática sostenible, en paz y con justicia social. 

En los momentos difíciles, como el que atravesamos actualmente, colectivos como la murga representan un «lugar seguro» (en palabras de Uma, integrante de la murga) para muchos chicos y chicas de la villa. Hoy en día siguen incorporándose más niñeces y también personas adultas al espacio. Las puertas de la murga están siempre abiertas para las niñeces,juventudes y personas adultas que quieran sumarse. 

Será un desafío sostener estos espacios pero como dice Martin Luther King- lo leí en la reflexión de una persona a la que admiro enormemente por su valentía y lucha- a pesar de los tiempos difíciles que atravesamos y que se avecinan «aún si supiera que el mundo se ha de acabar mañana, aún así plantaría un árbol». 

Esta nota va dedicada con mucho afecto a Martina, Rodri (Bubu), a Mecha y Tati que me abrieron las puertas de su corazón murguero. Y a las Natis que con mucha generosidad abrieron las puertas de la organización.

Un poco más que «ruidos molestos»

Escribe: Germán Rodríguez

Puede que la murga Sembrando Libertad hoy sea una vieja conocida de los espacios universitarios y barriales pero no siempre fue así. Según Martina, una de sus profesoras fue toda una lucha. Antes de comenzar con las actividades de la murga, los profesores recorrieron el barrio, haciendo conocer su propuesta y buscando legitimarse en el espacio, soportando desde las miradas extrañas y juzgadoras, hasta las llamadas a la policía por… ruidos molestos. 

Esa figura del Código de Faltas que sanciona con multas, instrucciones especiales, trabajos de utilidad pública, clausura o arresto de hasta treinta días al que: 

“con música, ruidos o gritos, vibraciones o abusando de instrumentos sonoros (…) provoque ruidos que por su volumen, reiteración o persistencia, excedan la normal tolerancia, perturbando el descanso, la convivencia, la actividad laboral o la tranquilidad de las personas“ (Art. 113.b. Ley 941-R)

Martina Vera comentó un reciente encontronazo con un patrullero que, tras la llamada de una vecina, interrumpió la clase, insultó a todos los presentes: profesores y alumnos con una suerte de trabajo de inteligencia (sacando fotos y grabando videos de los participantes) que incómodo a los presentes. «No sé llevaron a nadie, por suerte», aunque alguno del grupo agregaría prontamente entre risas “porque no entrabamos todos”. Por suerte, nos comenta Martina, estos eventos son aislados desde hace un tiempo, y son más los vecinos que se suman, colaboran o llevan sus chicos a las actividades que los que llaman a la policía. 

Pero más allá de las dificultades, económicas y de otra índole, la murga continúa con un objetivo claro: integrar una grupalidad; un conjunto que funciona como un todo, como una orquesta o una banda, con un claro sentido de pertenencia. Lo que originalmente era de los niños, niñas y adolescentes a los que les llamaba la atención la música, hoy es del barrio. Y los profesores son muchas más que personas que les enseñan a hacer arte: son profesores de vida. Organizan al grupo, escuchan sus historias, y dan consejos; conocen a sus alumnos, y son una familia por elección de ellos. Saben quienes van, quienes vienen, quienes se sumaron hace poco y quienes hace tiempo que no vienen, y consultan a sus amigos para que vuelvan a sumarse. La grupalidad entonces se estructura como tal, en conjunto se festejan los logros, se apoya en las dificultades, y se celebra a través de la música.  

Rodrigo “Bubu” Ascurra, otro de los profes, comentó sobre las dificultades que presenta involucrar al bario. Por un lado, convencer a las familias que el ambiente no es peligroso, para que sus hijos e hijas se sumen. Por el otro, explicitar  a los vecinos que no están “solo haciendo quilombo”, y demostrar en acciones los valores que la murga representa. Este es el primer desafío. El segundo, reclamar las plazas, como contamos en otra nota de nuestra agencia . Los profes ya son ávidos conocedores del papeleo  Pero no es solo papeleo. 

Escriben canciones, componen música y coreografías, aunque la mayor importancia del trabajo está en el abordaje de adolescencias e infancias. En los términos de Martina: “enseñar valores, respeto, compañerismo, tolerancia y cómo gestionar el conflicto. Hacemos más que ensayar en la murga”. El arte entonces es refugio y espacio de aprendizaje del barrio, está bastante lejos de ser algo que perturbe la convivencia, como dice nuestro Código de Faltas. Más bien hace precisamente lo contrario. 

Cuando le consultamos a Martina, sobre qué le gustaría que la gente se lleve de la murga, ella cedió la palabra a las y los participantes, corriendose del foco. Una de las primeras participantes respondió corto: «que no somos unos vagos o unos drogadictos», antes de confesar que sus padres eran algunos de los que llamaban a la policía cuando todo arrancó. Hoy son asistentes en primera fila de la presentación.

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