Sin el INCAA, ¿quién va a contar nuestras historias?

Sin el INCAA, ¿quién va a contar nuestras historias?

Un 11 de diciembre de 2023, alguien dice ¡ACCIÓN! y un equipo de gigantes se pone en marcha en San Juan para llevar adelante uno de los actos más valientes que he vivenciado. Una niña entra accidentada a un hospital desabastecido. Hay crisis, no hay clavos, la plata no alcanza para llegar a fin de mes y al parecer a su papá lo han echado del trabajo. Gritamos ¡CORTE!  y la realidad supera ampliamente a la ficción. 

El año pasado tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida. Junto a mi compañera y socia, Tatiana Oruste, decidimos hacer una película con el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) en medio de un país eligiendo su muerte. Nos miramos y dijimos “estamos dementes”. También nos dijimos “es ahora o nunca” y “voy a estar ahí para bancarte”. Un día, en el rodaje, nos enteramos que El agua nunca dolió era la única película que se estaba filmando en esa época en Argentina con el instituto. Definitivamente estábamos dementes. Entramos mientras nos están cerrando la puerta en la cara decía una colega durante el rodaje. Y entre risas y llantos rodamos día a día una película gigante en medio del desierto. 

El agua nunca dolió. Foto de Esteban Lorea.

¿Cómo llegamos a tomar esa decisión? ¿Con qué cabeza? ¿Con qué cuerpo? ¿Con qué fuerza?

El agua nunca dolió empezó a gestarse hace más de siete años. Un grupo de personas creyó en esa historia que se estaba boceteando en una provincia ubicada al noroeste argentino, pegadita a la Cordillera de los Andes. Entonces, se puso en marcha un proceso que llevó mucho tiempo. Primero, el Concurso Raymundo Gleyzer del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Concurso federal que nos permite (o permitía) a las personas que vivimos en todo el territorio de la Argentina acceder al financiamiento del Instituto sin tener antecedentes. Financiamiento que proviene de la industria audiovisual y no de nuestros impuestos, vale la pena aclarar. Después del Gleyzer, vino el Fondo Nacional de las Artes, laboratorios internacionales, reconocimientos de países vecinos, premios y una coproducción internacional que jamás hubiésemos podido imaginar. Pero primero, repito, el apoyo de nuestro querido INCAA. Como decimos en el cine: nadie te apoya afuera si primero no te apoyan en tu propio país


El proceso para concretar la película ha sido muy costoso. Hemos trabajado incansablemente día a día para materializar este proyecto. El agua nunca dolió implicó: 28 compañerxs técnicxs contratadxs, 5 actorxs principalxs contratadxs, 20 actorxs extras por día, 50 extras por día. Se han pagado locaciones, comidas durante un mes para más de 30 personas, seguros, alquileres de equipos, vehículos, combustible, utilería y muchísimos, muchísimos recursos más. Una industria que mueve más de 40 rubros de otras industrias.

El agua nunca dolió. Foto de Esteban Lorea.

Sumado a eso, hemos contado una historia que sucedió en nuestra provincia, con espacios de San Juan, rostros de San Juan y tonada sanjuanina. Nos hicieron creer que el cine es la fama y los Oscar. Cuando, a la inversa, es la herramienta más potente que tiene un país para representar su propio territorio. Conozco Salta por Lucrecia Martel, conozco Tucuman por Agustin Toscano, conozco Córdoba por Ines Barrionuevo, conozco Corrientes por Clarisa Navas, conozco Mendoza por Mariano Cócolo, conozco Misiones por Agustina Sanmartín. Y así podría nombrarles cómo he conocido a cada una de las provincias de mi país a través de cine federal. 

El agua nunca dolió. Foto de Esteban Lorea.

Para que estas películas sucedan y puedan realizarse en sus territorios necesitamos indiscutiblemente del INCAA. El instituto nos provee de políticas federales que aseguran el fomento y la difusión de un cine diverso, con pluralidad de voces, de culturas, de formatos, de identidades, de cuerpos, de miradas, de pensamientos, de estéticas, de sensibilidades. Y lo hace a través de concursos, financiamiento de festivales y escuelas en cada región de nuestro país (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica). 

Durante este corto tiempo desde la asunción de Javier Millei a la presidencia, hemos vivido una odisea que nos duele hasta lo más profundo de nuestras entrañas. Duele saber que se desfinancian los festivales, matando a espacios como el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, único festival de clase A en latinoamérica y Ventana Sur, uno de los mercados más grandes de la región.  Duele saber que se vende el Gaumont, con lo histórico que es ese espacio, con la cantidad de películas que han sido alojadas por semejante edificio en el corazón de Buenos Aires. Duele saber que se cierra Cine.ar, con lo indispensable que es tener una plataforma donde esté documentado y alojado todo el contenido que se produce en nuestro país. 

Desfinanciar o cerrar el INCAA es anunciar la muerte del cine argentino. Un cine reconocido en todo el mundo por su particular calidad narrativa, estética y técnica. Un cine que construye identidad, materializa historias que nos constituyen como sociedad, nos ayuda a evidenciar las injusticias del mundo, construye nuestra memoria colectiva, nos conmueve, nos sensibiliza, nos emociona. 

Cada día es una agonía. Echan a compañerxs, vacían los recursos, no nos pagan las cuotas que nos deben de proyectos que con tanta dedicación y esfuerzo hemos llevado adelante. Proyectos que podrían impulsar a nuestra provincia y su cultura, como a cada provincia de nuestro país, a expandirse hacia diversos rincones del mundo. 

Hay personas que eligen tener hijxs. Yo elegí hacer películas. Con la valentía y el esfuerzo que eso implica. Es mi proyecto de vida y considero que tiene el mismo valor. ¿Qué harías si matan a tu hijx en tu cara?

El agua nunca dolió. Foto de Esteban Lorea.

Me gustaría decirle a mi colega que no entramos mientras nos cerraban la puerta en la cara. Entramos mientras empezaba la agonía de un eterno asesinato. 

¿Quién va a contar nuestras historias? Es urgente frenarlo. Es ya. 

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