¿Qué pasa en el centro un domingo en la mañana?

¿Qué pasa en el centro un domingo en la mañana?

Turistas, trabajadores, familias, feligreses y perros son algunos de los habitantes dominicales del microcentro sanjuanino. Los hoteles, las celebraciones religiosas y los locales de comida mantienen con vida a la zona. Un recorrido que deja algunos datos curiosos: parece que San Juan es una de las provincias que más lee y hay turistas que dicen que no consumen el agua de acá porque está contaminada.  

¿Qué pasa un domingo en la mañana en el centro de San Juan? Parece una pregunta con una única respuesta: nada. Pero si alguien decide comprobarlo por sí mismo y camina por la Plaza 25 de Mayo y algunas cuadras a la redonda puede sorprenderse. Puede sorprenderse con pequeñeces, con cotidianidades que quizás parezcan irrelevantes pero que hacen a la identidad sanjuanina, a sus gustos, sus tradiciones, pero también a sus necesidades y reclamos. 

Se podría decir que la mañana del domingo, momento en el que la mayoría descansa para prepararse para una nueva semana de trabajo, es el lado B del centro. Otra cara, solo conocida por quienes trabajan ese día y en ese horario en esa zona, por quienes viven cerca o por quienes eligen acercarse al centro, sin las complicaciones que tiene este lugar de lunes a sábado. 

De Plaza Laprida a Casa de Sarmiento

Es domingo por la mañana. El recorrido comienza en la Plaza Laprida. El privilegio de estar a cierta distancia del centro neurálgico permite que vecinos y vecinas se asomen a la vereda como si estuvieran en un barrio cualquiera. Luis Fara, que hace varios años vive frente a la plaza, toma su desayuno en la vereda de calle Catamarca, acompañado por sus dos leales caninos. A pocos metros, una vecina, en pijama y con pantuflas, charla con otra que ha decidido quedarse tras las rejas. 

Ante la pregunta: “¿qué pasa un domingo en la mañana en el centro?” Luis afirma con contundencia “no pasa nada. No es Mendoza”. Inevitablemente, el interrogante genera opiniones y dispara recuerdos. Se le viene a la mente una situación que vivió en la semana: una joven que tiene un local de ropa cerca de ahí le compartió que estaba mal porque casi no había tenido ventas. Él había intentado animarla. 

A medida que la mañana avanza, la plaza comienza a poblarse. Es el espacio elegido por gente de la zona que se acerca con sus perros para dar un paseo. Forman grupos, charlan sobre ellos/as y los animales. 

La calle Laprida, normalmente abarrotada de autos, está casi deshabitada. Finge ser una calle cualquiera y ofrece bondadosamente lugares para estacionar. Las persianas bajas y los carteles que gritan “cerrado” se ven interrumpidos al llegar al cruce de Laprida y Sarmiento. El supermercado Lusan y el café Urbano Carrascal desentonan con el panorama dominical y están abiertos. Actúan como si fuera un día cualquiera. A metros, el Museo y Biblioteca Casa Natal de Sarmiento también tiene abiertas sus puertas y recibe a turistas, una de las especies que más habita el centro los domingos en la mañana. Enfrente, en un pequeño puesto del Ministerio de Turismo, Cultura y Deportes de la provincia, una mujer aguarda la llegada de quienes necesitan asesoramiento para conocer la provincia. Ese grupo de espacios que atienden el domingo en la mañana se completa con Doña Paula, un negocio de productos regionales ubicado sobre Avenida Libertador. Allí, desde la caja, Gabriel Maturano cuenta que el local existe desde 2018 y que siempre atendió los domingos. “Porque el turista está acostumbrado a que el local de regionales esté abierto”, explica. Como los turistas suelen hacer excursiones los sábados, dejan el domingo para comprar algún recuerdo. Vinos y aceite de oliva son los más elegidos. Buenos Aires suele ser el origen más frecuente de estos visitantes. Gabriel también aprovecha la ocasión para expresar un deseo: “Debería haber una parrillada en el centro. En temporada alta el turista quiere comprar y está todo cerrado”.   

Cruce de Laprida y General Acha.

La comida: la gran excusa

De nuevo en calle Laprida, justo antes de llegar a Entre Ríos, aparece uno de los motivos por los que la gente llega al centro un domingo en la mañana: las celebraciones religiosas. Aquí, la Comunidad Cristiana de San Juan tiene las puertas de su sede abiertas. “Culto general a las 10” reza el cartel ubicado en el ingreso. De a poco, van llegando familias que suben las escaleras para participar del ritual. 

Un poco más allá, cruzando Entre Ríos, la tranquilidad de la calle cede y los autos comienzan a parar. Aquí se detienen quienes tienen otra excusa perfecta para ir al centro un domingo en la mañana: comprar comida para el almuerzo. Dentro del local de pastas San Genaro están Jorge Fernández y Marcelo Segovia, primos y propietarios del negocio. Abrieron esa sucursal en 2004 y desde entonces el domingo no solo es irrenunciable, sino que es el día de más ventas, el 40% de toda la semana para ser más precisos. 

Nuevamente, la pregunta por lo que pasa un domingo en el centro genera análisis, reclamos y propuestas. Ambos dicen que no pasa mucho y que el centro está venido a menos. “Se fue muriendo de a poco” dice Marcelo. Por su parte, se nota que Jorge ha reflexionado bastante al respecto e identifica con claridad algunas de las razones: elevados precios de alquiler y problemas para estacionar. Explica que el centro se sostiene gracias al sistema bancario, al Poder Judicial, a OSSE y Naturgy, lo que supo ser Energía San Juan. Y tiene sentido. Si no es para hacer trámites, ¿quién emprende la aventura de ir al centro?

Marcelo aporta otro dato. Dice que quienes le dan vida y alimentan al centro son personas que vienen de departamentos como San Martín, Angaco y Albardón, entre otros. Explica, además, que en zonas como Rivadavia la gente encuentra locales para resolver ahí mismo sus necesidades, sin tener que acercarse al centro. Finalmente, dice que el centro debería ser más turístico. 

Unas cuadras más hacia el Este, sobre General Acha, a metros de Libertador, en un paseo coronado por un viejo cartel que dice: Supermercado central, la comida vuelve a ser un atractivo. En la vereda, hay algunas mesas rectangulares con sillas. Una de ellas tiene un anzuelo: una gran rosca de churros. Quien quiere disfrutar un desayuno toma asiento y hace su pedido. Pero, quien quiere algo para el almuerzo, se adentra en el paseo y se encuentra con una heladera que ofrece una gran variedad de comidas listas. Detrás, William Naveda, encargado e hijo del propietario del negocio, revuelve arroz en una sartén gigante. Cuenta que hace un tiempo decidieron abrir los domingos. No lo hacen siempre, pero sí con frecuencia. Acota que días festivos, como el de la madre, Navidad o Año nuevo, son los que generan más ventas. 

Cerca de ahí, un supermercado de la cadena Carrefour tiene abiertas sus puertas. Allí se dirigen algunas de las personas que bajan de los colectivos que paran sobre Avenida Libertador y desde allí también llegan varios de los que eligen desayunar o llevarse el almuerzo del local de comidas de General Acha.

Turistas, policías, limpiadores y perros

De repente, una escena típica de ciudades turísticas irrumpe sobre la vereda. Personas con valijas con rueditas se trasladan hacia la Libertador. Acaban de salir del Hotel Alhambra, ubicado casi en la peatonal sobre la misma General Acha. Un huésped, que acaba de regresar luego de tomar su desayuno, conversa con Daniela Suarez, la conserje del turno mañana. Ella comparte que es todo un desafío orientar a los turistas acerca de qué hacer un domingo a la mañana. “Queda todo cerrado. Les recomiendo a los turistas que vayan a las afueras, al Hiper, al Paseo San Juan, al Patio Alvear”. Encima, a los locales cerrados se suma otra dificultad: la frecuencia de los colectivos. 

Al llegar al cruce de General Acha y Rivadavia, en la peatonal, descansan sobre el piso todavía fresco los habitantes de este espacio: un grupo de perros. El mismo se ha visto reducido porque hace poco una de las enfermedades que transmiten las garrapatas se cobró la vida de uno de ellos. Los bichos se han ubicado ahí casi a la fuerza, ayudados por proteccionistas. Tratan de hacerse un lugar en medio del tumulto de gente que habitualmente camina por ahí, que podría pisarlos y nunca percatarse de ello. Ahora, disfrutan de la tranquilidad que les regala el domingo. Cerca de los perros están los policías, que siempre custodian el cruce de calles, a veces solos, a veces acompañados por algún móvil. A pocos metros, vestidos con ropa de grafa marrón y chalecos, cargando escobas y bolsas de residuos, un grupo de trabajadores de la Municipalidad de la Ciudad de San Juan limpia la basura que quedó el día anterior. Son casi todas mujeres, salvo un compañero. Describen con precisión sus actividades: se ocupan de la peatonal y alrededores todos los domingos, entre las 8 y las 13. Lidian con colillas, botellas y los restos de mugre que los comercios barren hacia sus veredas. A pesar de que quizás sea uno de los momentos de más trabajo, por todos los residuos que la gente tiró durante el sábado, prefieren la tranquilidad del domingo. Les pasa como a los caninos, al menos hoy pueden andar sin que les pasen por encima.

Peatonal Rivadavia.

Rituales de domingo 

Alrededor de la Plaza 25 prácticamente todos los locales de café y comida están abiertos y en casi todos hay gente sentada, desayunando. Además, sobre calle Mitre aparece Veinti5, un drugstore sumamente colorido. Rocío Escudero se asoma entre la enorme variedad de golosinas y comestibles que hay dentro del local. Dice que hace poco trabaja ahí y que tiene entendido que el negocio siempre abrió los domingos en la mañana. Cuenta que bien temprano, sobre las 8, suelen acercarse a comprar quienes vienen de algún boliche o after. En el otro extremo, están quienes van porque se levantaron temprano, viven en la zona o se hospedan en el hotel que está justo al lado. Una vez más, los alojamientos le dan vida a una cuadra que en otras circunstancias estaría totalmente deshabitada un domingo a la mañana. Rocío concluye con un dato curioso. Dice que algunos de los turistas que se alojan en el centro se acercan a comprar agua mineral: “porque el agua de San Juan está contaminada”, le explican. 

En Dilo, en General Acha e Ignacio de la Roza, Guadalupe González, quien trabaja como moza, relata que siempre, al menos en los tres años de vida del negocio, abrieron los domingos. Cuenta que el movimiento es mayor a principio de mes cuando la gente acaba de cobrar. Y explica que muchas de las personas que desayunan ahí los domingos están hospedadas en hoteles del centro o se acercan antes de entrar o al salir de la misa de la Iglesia Catedral.

Alfredo y Leonor en el puesto de revistas y diarios de Mendoza y Rivadavia.

La celebración matutina de los domingos es a las 11. Sobre esa hora un puñado de personas sube apresuradamente las escaleras de la catedral para llegar a tiempo. El rito le da vida a las calles Rivadavia e Ignacio de la Roza, donde los trapitos tratan de ganar su sustento cuidando los autos de los feligreses. 

En la esquina de Rivadavia y Mendoza, aguarda la salida de los religiosos el kiosco de revistas y diarios atendido por Alfredo y Leonor Sánchez, un matrimonio que recibe cordialmente a todos los que se acercan, aunque sea solo a mirar. Alfredo recuerda con nostalgia una escena de domingo a la mañana de hace varios años: la gente sale de misa, se cruza al Molino a comprar facturas y completa su ritual con el diario del domingo. 

Por supuesto eso cambió, la confitería ya no está, los diarios y revistas dieron paso a los juguetes, a las figuritas y a toda una gran diversidad de objetos. Sin embargo, cuenta el canillita, hay gente que sigue yendo los domingos a buscar el diario. Llegan desde Santa Lucía y hasta de Desamparados, exclusivamente para pedir su ejemplar. 

A pesar de que pareciera que las publicaciones en papel van perdiendo cada vez más su lugar, Alfredo y Leonor dicen que hay una gran excepción: los libros. Él dice que en la distribuidora le comentaron que San Juan es una de las provincias que más lee. Ella explica que pueden vender muchos libros porque las editoriales que trabajan con kioscos hacen ediciones más accesibles. Afirman que Agatha Christie se vende bastante. 

El matrimonio Sánchez estuvo a cargo del kiosco durante varios años, pero hoy este es gestionado por su hijo. Es que en la pandemia a ellos les prohibieron atenderlo por ser población de riesgo. Desde entonces dieron un paso al costado, pero vuelven a su viejo amor los domingos, un poco porque se nota que lo disfrutan, otro, para darle una mano a su hijo.

Del centro a los márgenes 

Derecho, por la misma Rivadavia, entre Sarmiento y Entre Ríos, la vereda deja de estar vacía. En la puerta del Rincón de Nápoli, tanto en el supermercado como en el restaurante, la gente llega para desayunar o hacer compras. El encargado, Walter Espejo, dice que, a diferencia del resto de la semana, que reciben trabajadores de bancos y comercios, entre otros, el domingo es más familiar. Además, reciben a varios turistas, sobre todo contingentes. Explica que las agencias ya tienen registrado que el lugar es uno de los pocos que está abierto para almorzar los domingos.

Calle Rivadavia, entre Sarmiento y Entre Ríos.

Muy cerca de ahí, sobre la Ignacio de la Roza, la gente llega a los cajeros del Banco San Juan para sacar efectivo. Otra razón para ir al centro, más un domingo en la mañana, que cuesta menos estacionar. Frente al banco, Miguel Bazán aguarda parado, detrás de una estructura de cemento que le llega casi a la cintura. Sobre ella ha colocado algunas de las cosas que vende: praliné, repasadores, medias. En realidad el punto de venta estable de Miguel está ubicado frente al Sanatorio Argentino, por calle San Luis. Pero, como los fines de semana no hay tanto movimiento en esa zona, los domingos se acerca al microcentro para sumar algunos pesos. Llega a las 9 y espera a que salga la gente de misa. Entre los feligreses tiene algunos clientes. 

Finalmente, si nos vamos hacia los márgenes del centro, donde parece que nada vive un domingo en la mañana, encontramos a otros particulares habitantes que en general intentan pasar desapercibidos. Estamos en la Plaza Aberastain. En uno de los bancos está sentado Carlos, que después de pasar otra noche más en la calle intenta encontrar descanso bajo la sombra de la arboleda. Carlos es un adulto mayor. Vive en la calle y sobrevive como puede, con su jubilación mínima, vendiendo algunas de sus cosas y dándole una mano a un chico que vende facturas. Esta vez está él, pero otros domingos algunos de sus compañeros sin techo también se dejan ver por la zona, en esa plaza, en la Gertrudis Funes, y en algún que otro escondrijo que les permita quedar a salvo de las denuncias de los vecinos.

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