La vejez como territorio vivo: ser adulto mayor en la Argentina de hoy

Envejecer es un proceso humano y natural. Sin embargo, en una era que prioriza la productividad y la inmediatez, las personas mayores suelen quedar en los márgenes del sistema. En el imaginario social, quien no está en edad activa para trabajar, ya no es útil. En Argentina, donde el ajuste a los jubilados avanza a paso firme, transitar esta etapa implica múltiples desafíos emocionales, sociales y económicos. Hoy, 1 de octubre, en el mundo se conmemora el Día Internacional de las Personas de edad, pero ¿qué significa ser un adulto o adulta mayor en la Argentina de hoy?
Entrar en la vejez conlleva un proceso emocional complejo y personal. Es una etapa de grandes transiciones donde muchas personas hacen un balance de su vida, revisan su historia, logros, pérdidas, lo que dejaron atrás y lo que aún quieren vivir. Muchas veces, esta introspección puede generar orgullo y gratitud, pero también nostalgia, tristeza o culpa.
De acuerdo con el dossier estadístico realizado en 2024 por el Instituto Nacional De Estadística y Censos (INDEC), en 1914 la población mayor de 65 años representaba poco más del 2% en el país. Este grupo alcanzó el 7% en 1970, y en 2022, casi un 12%. Es decir, la proporción de personas mayores dentro de la población total ha ido creciendo a lo largo de los años. Este mismo documento indica que según el censo llevado a cabo en 2022, en San Juan, el 14,7% de la población es mayor de 60 años.
En materia de ingresos ¿qué significa envejecer hoy?
Según el último Informe Trimestral de Estadísticas de la Seguridad Social proporcionado por la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), en marzo de 2025 se liquidaron beneficios a 7.884.509 jubilados y pensionados.
Pero, más allá de esa cifra, existe un punto ciego en las estadísticas: la fracción de la población de adultos mayores que no percibe ningún ingreso. Esto deja planteado el interrogante: ¿cómo viven esas personas?
El pasado lunes 1 de septiembre el gobierno nacional vetó la Ley de movilidad jubilatoria mediante el decreto 782/2024, publicado en el Boletín Oficial. El argumento de esta decisión es que «el proyecto de ley sancionado por el Congreso de la Nación es manifiestamente violatorio del marco jurídico vigente, en tanto no contempla el impacto fiscal de la medida ni tampoco determina la fuente de su financiamiento». Una vez más, se relega a un sector de la sociedad que resulta continuamente vulnerado.
En 2024, el decreto 274/2024 modificó la fórmula de movilidad jubilatoria y, desde abril de ese año, los haberes se actualizan mensualmente según el índice inflacionario medido por el INDEC. En línea con esto, recientemente la ANSES confirmó un aumento del 1,9% que regirá desde octubre de 2025. La medida también contempla la continuidad del bono mensual de hasta $70.000 para reforzar los ingresos más bajos. Con esta actualización, la jubilación mínima pasó a ser de $326.266,36. Al sumarse el refuerzo, el haber total asciende a $331.013,09.¿Se puede transitar una adultez plena cuando el dinero no alcanza?
Implicancias de una vejez sana
¿Qué entraña la calidad de vida de un adulto mayor? Pierina Gamba, Licenciada en Psicología y dedicada a la atención geriátrica, sostiene que la calidad de vida en la vejez no se mide sólo por indicadores físicos o económicos, ni por la ausencia de enfermedades o limitaciones. Se trata de cómo la persona se siente consigo misma y con su entorno. Implica tener proyectos —aunque sean pequeños—, vínculos afectivos significativos, y un espacio interior que permita sostener los inevitables cambios de este momento de la vida con integridad y resiliencia.
“El bienestar en la vejez no puede analizarse sin una mirada estructural y social. En esta etapa, la pobreza es profundamente dolorosa y tiene un impacto emocional más fuerte que en otras”. La profesional explica que el nivel socioeconómico bajo no solo priva de recursos y limita lo básico —alimentos, vivienda, medicamentos—, sino que también genera una sensación de invisibilidad, de ser una carga, y priva de dignidad. “No se puede hablar de calidad de vida si una persona mayor no puede pagar sus medicamentos o si vive con miedo a enfermarse sola” sentencia Gamba.
Nilda ejerció su profesión en el ámbito de la docencia durante 30 años. Hoy, el monto que percibe como jubilación apenas alcanza el millón de pesos. “Es muy angustiante hacer cálculos para llegar a fin de mes, después de haber estudiado y trabajado toda la vida. La sensación es que no se puede vivir, sólo sobrevivir” revela. Y agrega: “conozco muchas personas de mi edad que se ven obligadas a seguir trabajando, porque con la jubilación no les alcanza. Es muy indigno», lamenta.
Desde el punto de vista de Pierina Gamba, el Estado tiene la responsabilidad de construir entornos donde envejecer no sea un castigo ni una condena, sino una fase respetada y acompañada. También, debe promover campañas que combatan el edadismo y revaloricen la vejez, porque aún hoy se margina a las personas mayores desde lo simbólico. En Argentina existe la Ley 27.360, que establece los derechos de las personas mayores y los deberes del Estado para garantizarlos.
La importancia de los entornos de recreación y socialización
Gamba afirma que el Estado debería ser garante de derechos, lo que implica una responsabilidad integral que incluye: asegurar pensiones dignas y suficientes, acceso gratuito y de calidad a atención médica completa, incluyendo salud mental. Es responsable de generar programas comunitarios que ofrezcan espacios de participación, recreación, aprendizaje y encuentro. Capacitar a profesionales y cuidadores en un trato ético y respetuoso.
En línea con esto, en 1996 la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de San Juan fundó la Universidad para Adultos Mayores “Por un nuevo proyecto de vida”. De acuerdo con la Mgter. Patricia Blanco, quien se desempeñó como Secretaria de Extensión de la FFHA hasta este 1 de septiembre, la iniciativa sigue vigente hasta hoy como proyecto de extensión universitaria, y cuenta con aproximadamente 600 inscriptos. Actualmente, ofrece veinte talleres, entre ellos: inglés, computación, teatro, yoga, gimnasia de bajo impacto, historia, y muchos más. Las cuotas mensuales tienen un valor de $9000. “Desde el inicio, el objetivo fue brindar oportunidades de formación dentro del sistema universitario para que sea efectivamente un espacio de educación permanente sin discriminación por edad”, puntualiza Blanco. “Quisimos crear un sitio para quienes no han encontrado en el sistema un lugar pensado específicamente para ellos, con las características y adaptaciones que necesitan” expresa Blanco.
Ser adulto mayor no debe ser sinónimo de invisibilidad ni abandono. Esta etapa debe ser vivida con plenitud, respeto y autonomía. Para ello, se necesitan políticas públicas que acompañen y un cambio cultural que derribe los prejuicios sobre las personas. Garantizar una vejez digna no es un acto de caridad, sino una obligación ética, política y colectiva.
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*Esta nota fue originalmente producida por Valentina Bosch, estudiante de Producción Gráfica Periodística I de la Lic. en Comunicación Social. El equipo de cátedra está integrado por los/as docentes: Norma Velardita, Jorge Segovia, Walter Vilca y Yanina Urcullu y los/as egresados/as adscriptos/as: Santiago Staiger y Ernestina Muñoz.
*La imagen de la foto de portada es autoría de la Dirección de Comunicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales y Cinthia Luna.
Preciosa nota!