Libertad es poder estudiar
La Marcha Universitaria del 2 de octubre en San Juan se convocó en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de San Juan (Av. Ignacio de la Roza y Catamarca). Con Catalejo nos concentramos a un par de cuadras, sobre la Entre Ríos, junto con el resto de docentes y alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales. Había una complicidad resignada en todas esas miradas que se reconocían por segunda vez, tras la Marcha Federal Universitaria del 23 de abril. Parecen haber pasado mucho más que cinco meses desde entonces.
En abril, 25.000 sanjuaninos se convocaron en las calles para reclamar una urgente actualización en el presupuesto destinado al mantenimiento edilicio, pagos de servicios y otros gastos básicos. Fue una marcha federal histórica, masiva, que rápidamente hizo mella en la imagen pública del presidente; unas horas antes del evento ya teníamos declaraciones del gobierno nacional asegurando que los pagos de mantenimiento se realizarían y que la marcha estaba convocada por la oposición. El “no dejan gobernar” de toda la vida, digamos.
Ayer había un dejo sombrío en la marcha, sostengo, alentado por la autoestima que parece haber ganado nuestro presidente con el correr de las semanas. Ahora no le tiembla tanto el pulso para condenar la vida de miles a la pobreza. Lo vimos hacerlo con los jubilados, al vetar un proyecto aprobado por las dos cámaras del Congreso –el órgano más representativo del pueblo a nivel nacional– que proponía una composición jubilatoria mínima para el segmento más vulnerable de la sociedad después de las infancias. Lo vimos incluso organizar un festejo en Olivos con los 87 diputados que avalaron el veto a la norma, traicionando la confianza de miles de adultos mayores del país. ¿Por qué no haría lo mismo con el presupuesto universitario?
La Ley de Financiamiento Universitario se aprobó en el Senado a mediados de septiembre, con 57 adhesiones, 10 rechazos y una abstención; es decir, superando holgadamente los dos tercios. La norma incluye, entre otras cosas, la adeudada recomposición salarial del personal docente y no docente. Según un informe del Oficina de Presupuesto del Congreso, su implementación supone un impacto presupuestario de $738.595 millones, lo cual equivale al 0,14% del PBI. Tras recibir la aprobación de las dos cámaras del Congreso, el presidente adelantó en su cuenta de X (antes Twitter) que vetaría la norma. El plazo para hacer efectiva esa decisión era hasta el jueves 3 de octubre, por lo que el Congreso Interuniversitario Nacional (CIN) convocó la manifestación para el miércoles bajo el lema “La Universidad no es el problema, es la solución”.
En lo personal no tenía dudas de que, igual que en abril, la marcha en defensa de la universidad pública iba a convocar a millones en todo el país. La pregunta era, ¿podía eso hacerlo cambiar de parecer? Intenté no alimentar mucho ese pensamiento mientras preparaba el cartel para llevar a la marcha. Pensé mucho qué poner, porque la frustración y la angustia son tan grandes que un cartoncito nunca alcanza, y al final me decidí por una frase corta y concisa: “Libertad es poder estudiar”. Mi amiga de la facultad hizo otro, que ponía en mayúsculas y con signos de exclamación “Otra vez estamos discutiendo esto ??!”. ¿Cuál es la actitud correcta para esta marcha? ¿La bronca? ¿La incredulidad?
Me lo he preguntado muchas veces porque sí, siento eso. También siento ganas de llorar cuando pienso en que quizás no me pueda recibir, que el esfuerzo de todos estos años puede quedar en la nada, o cuando imagino la angustia diaria con la que conviven mis docentes que, aún cobrando una miseria, dan lo mejor de sí para seguir formando profesionales. A pesar de eso, no diría que fue una marcha lúgubre. En la mayoría de las fotos que ví, la gente aparecía sonriendo (yo misma incluida). Es la prueba que evidencia esa calma tan específica que ofrece el estar rodeados de gente que cree y defiende lo mismo que uno.
La marcha en San Juan arrancó en la Av. Ignacio de la Roza, nos llevó hasta la Plaza 25 de Mayo y por la Libertador hasta el edificio de la Legislatura provincial, donde fue el acto central. Cerrar frente al poder legislativo sanjuanino me pareció importantísimo, sobre todo con los rumores de un posible proyecto de ley nacional que busca transferir las universidades nacionales a las jurisdicciones provinciales. Llegado el caso, no sólo es necesario sancionar una ley nacional sino que la transferencia debería darse en acuerdo con la legislatura de dicha jurisdicción. Es en ese edificio de Las Heras y Libertador, a menudo escenario de sesión de fotos de cumpleaños de 15, donde tienen que estar los ojos de la población sanjuanina si la discusión escala a ese punto.
Ayer, congregados en torno a la bandera frente a la legislatura, cientos de sanjuaninos entonaron el himno nacional acompañados de otros miles en todo el país. Ese himno que entonamos antes de la final con Francia en el último mundial, que nos acompañó en los actos escolares de la primaria y que siempre consigue ponerme la piel de gallina de emoción. También ayer, un hombre ajeno a la pasión con la que tantas personas salieron a defender su identidad nacional –condensada en la figura de la universidad pública–, se fue a dormir sabiendo que la noticia en primera plana del jueves iba a ser su veto presidencial.
*Ana Pereyra es adscripta de la Agencia de Noticias Catalejo. Es estudiante de la Lic. en Comunicación Social y de la Lic. en Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan.
*Las fotografías publicadas en esta nota fueron tomadas por Mariano González y Joaquín Pérez.