De un lugar próspero a un pueblo olvidado: la historia de Punta del Agua y la actual situación de sus pocas familias
Hace 85 años existía un pueblo jachallero pujante que se destacaba por su actividad agrícola y cantidad de habitantes. Sin embargo, una serie de hechos llevaron a la zona al abandono y hoy solo quedan 3 familias que luchan por permanecer en el lugar tras un reclamo de desalojo vigente.

El campo de Punta del Agua es un territorio de más de 660 mil hectáreas ubicado en el noreste de la provincia, en Jáchal. El acceso se encuentra sobre la Ruta 150, a 25 km del ingreso a Huaco, en dirección al norte. A partir de este punto comienza un camino de tierra, el cual culmina con la entrada al pueblo: un caserío que en la primera mitad del siglo XX fue uno de los asentamientos más importantes de Jáchal por la cantidad de habitantes y su destacada producción agrícola y ganadera. Pese a esa pujante historia y un prometedor futuro, una serie de factores llevaron a la población a reducirse a partir de la década de 1960.
Actualmente, el lugar se encuentra prácticamente vacío. Es un cementerio de tierra y escombros, en donde nueve personas son las únicas que mantienen la zona habitada. Los Peralta, Ventura y Bermúdez son las tres familias que se han resistido por varios años a abandonar las casas en las que crecieron.
Época dorada (1900-1962)
Los ríos Bermejo, Niquivil y Huaco desembocan en este campo, a esto se debe el nombre de “Punta del Agua”. Luis Ventura, uno de los pocos habitantes, declaró que a principios del siglo XX muchas personas se asentaron en el pueblo por su gran actividad agrícola y ganadera, lo que convirtió al territorio en uno de los más habitados de Jáchal, con más de 2.000 personas aproximadamente. “Se cultivaba cebolla, algodón, fibra larga y otras especias, las cuales salían en camiones por Ruta 150 hasta la ciudad de San Juan”, explicó el obrero rural.
En 1936, se inauguró el edificio de la Escuela Nacional N°96. Además de este establecimiento, el pueblo tenía su propia cancha de fútbol 11, donde Sportivo Estudiantes, el único club de la zona, disputaba sus partidos contra otros equipos de Jáchal. En las afueras del área más habitada había un cementerio, un aeródromo y una iglesia. Es por esto que los pobladores debían recorrer un camino de una hora a caballo para asistir a la misa de cada domingo. San Isidro Labrador es el patrono de estas tierras.

Despoblación (1963-1999)
Dos factores fueron los detonantes para que a partir de la década de 1960 muchos pobladores se marcharan del pueblo: La llegada de nuevos dueños y la partida de los más jóvenes.
En 1963, Sociedad Fiorito de Buenos Aires compró 7000 hectáreas de Punta del Agua, entre las cuales estaba incluido el pueblo. Esta firma de servicios financieros planificaba y organizaba la actividad agrícola y ganadera de la zona, además de gestionar el uso de las tierras. Sociedad Fiorito llegó a un acuerdo con los pobladores: Brindaría energía eléctrica, agua potable y otros servicios, a cambio de que los campesinos trabajaran el campo.
A pesar de que en un primer momento hubo una aceptación colectiva, poco a poco Sociedad Fiorito comenzó a quitarles las tierras a los pobladores sin darles nada a cambio. “Cada familia tenía 40 hectáreas. Cuando Fiorito les arrebató 30, la gente se preguntó “¿Qué vamos a hacer con 10 hectáreas?” Y se fueron marchando”, explicó Alejandro Ventura.
La gente nunca reclamó por el accionar de Sociedad Fiorito, tal vez porque desconocían lo que podían hacer y su derecho a la tierra, es decir, el derecho a “utilizar, controlar y transferir” (Gilbert, 2013, p.1) ese pedazo de suelo que ocupaban.
A la quita de las tierras se sumó la búsqueda de nuevos horizontes por parte de los jóvenes, los cuales se marcharon al Gran San Juan. Los pobladores más viejos se fueron a otros pueblos de Jáchal como Mogna, San José, Niquivil o Huaco.
Punta del Agua y el nuevo siglo (2000-2025)
A comienzos del siglo XXI, solo quedaban 15 familias en el pueblo, las cuales se fueron marchando hacia Huaco, la localidad más cercana a Punta del Agua. Actualmente, son 9 los habitantes que mantienen al lugar con vida. Las familias Ventura, Peralta y Bermúdez son los pilares que llevan en sus espaldas toda la historia del pueblo.
Según contó Ventura, En 2008 Sociedad Fiorito vendió sus 7000 hectáreas de Punta del Agua a Ulbar Sociedad Anónima, una organización jurídica de Buenos Aires, dedicada a la producción agrícola y a la entrega de bienes agrarios. Desde aquel momento, la Municipalidad de Jáchal le pidió en reiteradas ocasiones a los pobladores de Punta del Agua que desalojen el sitio, argumentando que Ulbar planeaba desarrollar sus proyectos sobre estos terrenos. A diferencia de Sociedad Fiorito, que aparentemente precisaba del trabajo de la gente, Ulbar no habría estado interesada en considerar el trabajo de los pobladores para realizar sus actividades.
“Cada seis meses vienen personas de la Municipalidad de Jáchal a pedirnos que desalojemos el lugar y preguntan si tenemos familiares en Huaco para irnos para allá. Incluso en muchas ocasiones nos piden que vayamos personalmente hacía San José para que nos puedan facilitar alguna vivienda”, expresó Alejandro Ventura.
Américo Peralta -otro de los pocos pobladores del pueblo- explicó que la respuesta de los habitantes ante el pedido de desalojo es siempre negativa, y que él y su familia permanecerán allí hasta la muerte por amor al lugar donde crecieron.
Las pocas familias que quedan en Punta del Agua padecen de un intento de desahucio forzoso. Según la resolución 1993/77 de la Comisión de Derechos Humanos esta práctica constituye una grave violación de derechos humanos. “Es el hecho de hacer salir a personas, familias y/o comunidades de los hogares y/o las tierras que ocupan en forma permanente o provisional, sin ofrecerles medios apropiados de protección legal o de otra índole ni permitirles su acceso a ellos” (Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; Observación general No. 7)
Punta del Agua ha pasado por momentos de gloria y prosperidad, sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Lamentablemente, diferentes factores han conducido al progresivo abandono del lugar, y es un ejemplo de muchos que existen en el país en donde se provoca el desplazamiento de los campesinos de sus tierras natales. Y a pesar de que el viento silba entre casas vacías y destruidas, y el polvo cubre los recuerdos de un ayer próspero, aún laten nueve corazones en aquel pueblo olvidado del noreste sanjuanino, aferrados a la tierra que fue, es y seguirá siendo suya.




____________________________________________
*Esta nota fue originalmente producida por el estudiante Martín Mallea para Producción Gráfica Periodística I de la Lic. en Comunicación Social. El equipo de cátedra está integrado por los/as docentes: Norma Velardita, Jorge Segovia, Walter Vilca y Yanina Urcullu y los egresados/as adscriptos/as: Santiago Staiger y Ernestina Muñoz.

