Agroecología: la unión hace la fuerza

Agroecología: la unión hace la fuerza

Para llegar a la cooperativa Boca del Tigre, en el departamento sanjuanino de San Martín, hay que viajar hacia la montaña. Allí, en unas casitas de techos bajos rodeadas de árboles, viven las familias que dan vida a esta cooperativa. Llegamos y nos esperan Natalia Silva y Lidia Furlani, dos mujeres que desde hace un año volvieron a vivir ahí y que, de alguna manera, impulsaron este trabajo conjunto. En los lotes de cada una de las 10 familias que conforman la cooperativa, se cultivan verduras de estación, tienen gallinas para la producción de huevos y cabras para obtener leche, hacer quesos y ricota. Con mate y protocolo de por medio, Natalia nos cuenta cómo nació la idea de cultivar y producir con los vecinos: “Es fundamental para que esto haya surgido que nosotras seamos del pueblo. Nuestras familias han vivido acá y en El Bosque. Esa condición permitió que, después de haber ido a la universidad y queriendo vivir acá y trabajar la tierra, nos ligue mucho con los vecinos. Incluso yo trabajo en el INTA y he ido durante mucho tiempo a otros lugares a intentar trabajar con desarrollo rural y la situación es totalmente distinta cuando una es de afuera o pertenece de algún modo a la comunidad. Acá se ha podido orientar el trabajo reconociendo que una es parte de la comunidad y eso fue clave para comenzar”.

En esas tierras, años atrás, siempre se cultivó vid. Por problemas de rentabilidad, los parrales se perdieron, pero el deseo de los vecinos siempre fue volver a producir: “nos sentábamos al atardecer en la puerta de esta casa, que era de mi abuelo, y venían los vecinos. Ahí empezamos a hablar de la productividad de los lotes y el deseo de todos era el mismo: cultivar algo. Yo compré algunos plantines de calidad para acá, los vecinos se prendieron y así arrancamos con el tomate”. 

Las chicas nos cuentan que la cooperativa tiene muy en claro que cada uno tiene su lote. El trabajo es en cada terreno y eso es reconocido como parte de la organización. Nadie quiere dejar de trabajar su tierra y siempre están debatiendo tener una gran finca de la cooperativa. “Lo que sí hacemos es pensar en una comercialización conjunta de los alimentos en fresco y hacer conservas de alimentos agroecológicos con una fábrica que esté adaptada a lo que queremos, donde podamos disponer nuestros horarios y no descuidar nuestros otros trabajos, porque algunos tenemos otros trabajos. La sala de elaboración está en un salón prestado que acondicionamos y se encuentra en proceso de habilitación. Ahí nos juntamos a hacer salsa de tomate, con la idea de hacer otras conservas también. El excedente de alimentos en fresco, es decir, lo que no consumimos nosotros, lo vendemos a un comedor de la Garganta Poderosa”, dice Natalia.

Las mujeres dicen presente

Ser mujer rural

La idea de lo que es ser una mujer rural ha ido cambiando con el correr de los años. No tanto como quisiéramos, hay que decirlo, pero hay un empoderamiento que décadas atrás no existía. Lidia, quien además de ser cooperativista, es psicóloga, nos comentó cómo se da esta conjunción entre ser mujer y vivir y trabajar en el campo.  “Nosotras somos mujeres jóvenes adultas que pretendemos tener una vida confortable en estas tierras. No nos imaginamos tener una vida sacrificada trabajando con una anchada en el campo, que es lo que nos imaginamos cuando decimos “mujer rural” ¿no? Queremos vivir de manera cómoda, con acceso a internet, a tecnologías, con una estufa que calefaccionen bien el hogar y con tecnología para los campos. Esas condiciones que nos imaginamos para nosotras, la vamos intentando junto a la comunidad”.  

Hay una realidad indiscutible: las mujeres rurales siempre han sido invisibilizadas. Si bien han sostenido la vida en el campo de las comunidades, detrás de los hombres, no pudieron alcanzar esos lugares de privilegio que quedaron en manos de “lo masculino”. Desde la cooperativa Boca del Tigre, y particularmente, desde las chicas, con el proyecto buscan defender la labor femenina, desde lugares más cómodos y reconociendo otras identidades disidentes.

La agroecología como bandera

En este marco, es importante destacar que se pone en juego un derecho fundamental que tenemos como parte de una comunidad: la soberanía alimentaria. En líneas generales, es el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas de producción, distribución y consumo de alimentos y a poder producir, localmente, comida sana, nutritiva y culturalmente adecuada. Esta cooperativa ejerce a pleno esta posibilidad. Nos dice Nati: “se da la soberanía alimentaria porque se sostiene en esta red de vecinos, de mujeres principalmente, que está tratando de solucionar cómo, sin dinero, conseguir una nutrición adecuada para su familia. Es una soberanía alimentaria en el ejercicio concreto y cotidiano. Como lo que hay no es dinero sino mucho conocimiento sobre cultivos y plantas, las mujeres están a cargo de tener plantitas de verduras, amasan sus panes, hacen mermeladas y van solucionando su alimentación. En el camino lo hacen con alimentos que están fuera del mercado, libres de agroquímicos y en consonancia con los ciclos de la naturaleza”.

El futuro llegó hace rato: los planes de la cooperativa

Audiovisual y post-producción: Mariano González

Fotografía: Cinthia Luna

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