Circulando por las venas de San Juan

Circulando por las venas de San Juan

El 4 de diciembre de 2021 fue sábado. Para ese día el gobierno de San Juan fijó el comienzo de “el nuevo modelo de movilidad” que prometía “cambiar la forma en que se trasladan los sanjuaninos y las sanjuaninas”.

Muy cerca de llegar a los 6 meses de la implementación de la Red Tulum, me dispongo a averiguar cómo la hemos incorporado en nuestras vidas.

Son las 7 A.M. . Viajo en el 208 y está casi vacío. Si no fuese por el tremendo ruido que provoca el motor del colectivo, estaría sumido en un silencio sepulcral. De repente, esa atmósfera se rompe. Veo subir por las escaleras a un niño con guardapolvo acompañado por quien supongo que es su madre. Una vez que la mujer paga, permanece inmóvil como si estuviese esperando algo. Algo inevitable. Entonces, escucho al pequeño cantar:

-Ta-te-ti la gran suerte para mí, chocolate con maní…

Recién cuando  el niño termina de recitar de forma casi religiosa estos versos, los dos buscan un asiento.

El viaje avanza y más pasajeros y pasajeras suben.

Hace 10 minutos una chica se pelea con otra porque no le da la mochila al único amigo que está sentado. Todo esto pasa mientras el resto de pasajeros evitan el contacto visual. No solo con las adolescentes sino también entre sí, como actores de teatro que aguardan su mirada a un punto fijo. 7:32 A.M. El colectivo está totalmente lleno. Escucho a alguien detrás de mí decir “me sofoco”. Es en ese momento cuando una señora mayor detiene el coche e intenta entrar. El conductor le dice que no suba, que el coche vuelve a pasar en 13 minutos. La voz de quien se estaba sofocando, ahora se ríe: “mentira, ayer llegué re tarde, no me quiso levantar el 203 ni el 208”.

Llego a la Estación Córdoba. Apenas bajo veo a un colectivero comprando al frente un café con leche con algo más. Mientras el conductor se aleja, el vendedor exclama: “¡Son todos una manga de adictos, no pueden vivir sin bizcochuelo!”.

Me acerco al puesto. Es un mesón sobre la vereda de la escuela que está frente a la estación. El vendedor cuenta que está hace un mes en ese lugar. Su primo, que tiene su mesa cruzando la avenida Córdoba, lo había invitado para sumarse al negocio. Comenta lo que ve a diario: la molestia de las personas mayores alrededor del nuevo sistema. Juan, un muchacho de Angaco, nos interrumpe para hablar de su experiencia. Dice que no tiene la aplicación de la Red Tulum porque no la entiende, así que ante cualquier duda le pregunta a los choferes. Juan informa con seguridad: “casi no hay colectivos los sábados en la siesta” y “en los días de semana si no te tomas el último bondi a las 22, te quedas a pata”. Le consulto si alguna vez perdió el último que pasa. Él responde que sí. Le consulto qué hizo en ese momento. “Nada, volví al laburo a pasar la noche y me fui al día siguiente”. ¿De qué trabajas? “De lo que sea”. Justo pasa una señora que dice muy enojada “no se paran los desgraciados”. Él concluye en que deberían poner más móviles que conecten las zonas alejadas con el microcentro.  Me despido y sigo mi camino.

En otro andén de la misma estación Córdoba está sentado un señor de unos 60 años al que me acerco. Se lo ve molesto; tal vez por eso acepta charlar conmigo. Apenas le pregunto qué opina de la Red Tulum contesta que es un fracaso total. “Hay más recorridos, pero también una mayor tardanza”. Usa todos los días el transporte público y siempre consulta a los choferes si hay algún cambio. Hace esto porque no sabe manejar la aplicación. Concluye en que para que se solucione “los colectivos deben acelerar, eso es lo que la gente quiere”. Le doy las gracias y sigo entrevistando.

Camino unos metros hacia donde está sentada una madre con su bebé en brazos. Me cuenta que utiliza la red bastante seguido. “Es muy difícil ir en colectivo con un bebé. Durante la pandemia nadie me quería dar el asiento. Justo ahora estoy esperando que mi mamá termine de hacer trámites para irme con ella, de otra forma es imposible”. Me dice que se llama Gabriela Marinero. También menciona que hoy salió a las 5 de la mañana con su hija a esperar el colectivo en una parada al frente del cementerio de Rawson donde no hay techo, asientos ni nada por el estilo. Antes de que me vaya, explica que el recorrido que muestra la App no corresponde con el real, “me entero de todos los cambios por un amigo que los publica en sus estados”.

De pronto, veo que una persona abre una de las pantallas led presentes en la estación, aquellas que se encuentran en cada columna y sirven para visualizar qué móvil te deja donde querés y a qué hora pasa. Dentro hay una gran cantidad de cables conectados a una CPU. Le pregunto qué está haciendo y admite ser quien se encarga de las tareas de mantenimiento: “ahora mismo estoy revisando los botones”. Dice que generalmente se rompen por el gran uso; cada semana hace un informe detallando qué debe repararse. Si bien él también es usuario de la aplicación, cuenta que no la utiliza tanto para sí sino para responder consultas de personas confundidas que se acercan a hacerle preguntas en medio de su quehacer habitual. No solo recibe dudas; también quejas de todo tipo. Confiesa que preferiría quejas técnicas en vez de políticas.

Cruzo Avenida Córdoba y me dirijo, ahora sí, hacia el primo del primer vendedor. Él estuvo desde el día en que esta estación se habilitó. Le pregunto qué opina sobre la Red Tulum. Dice que es un desastre, no solo como sistema de transporte. Habla también de la estación: «el techo es inservible. Se inunda todo cuando llueve. Cuando el sol brilla con fuerza, pasa exactamente lo mismo, no hay sombra». Sin embargo, su principal crítica está dirigida a los baños que nunca fueron habilitados. El edificio está, pero cerrado, «¿Cómo puede ser que hayan puesto en funcionamiento esto sin los baños?». Hablando sobre su experiencia durante estos meses comenta: «acá se vive de todo un poco, incluso los viernes y los lunes encuentro a gente tirada por el piso”. Concretamente, sobre su negocio, aclara que el 25 por ciento de lo que recauda es para reponer insumos. Él vende un muy rico bizcochuelo y semitas caseras. Hace estas cosas el día anterior a venderlas; anoche por ejemplo solo durmió dos horas. Este trabajo arrastra algunos problemas: inspectores municipales quieren que se vaya porque no tiene permiso, pero cuando va a tramitarlo le ponen trabas. Por otro lado, está la competencia con quienes tenía buen trato al principio, pero actualmente no le hablan. Cree que es por su éxito en el lugar. No quiere terminar la conversación sin decir que el sitio está muy sucio cada mañana.

Unas chicas saliendo de la escuela secundaria que tiene la estación Córdoba justo al frente plantean lo complicada que es la plataforma del sistema. No solamente figura un horario que no se cumple, sino que además el colectivo se tarda mucho.  Las tardanzas o inasistencias a clases son el pan de cada día. Los preceptores les dicen que “se tienen que acostumbrar y salir antes”. Para ellas esto no serviría, porque los colectivos a veces pasan mucho antes de la hora informada.

Quiero ir a la Estación Mitre. Tomo un colectivo. En un punto del recorrido sube un inspector y comienza a controlar las tarjetas SUBE. Cuando le toca a un niño, este pregunta para qué sirve el aparatito con el que hace su trabajo el inspector. Amablemente el funcionario le explica, narrando cómo antes se revisaban los boletos de cada pasajero. Divertido con la charla,  continúa con su labor. 

Llego a mi destino; el encargado del control de tarjetas baja en la misma estación. Cuando me acerco y le digo que me gustaría hacerle algunas preguntas para una nota, declara con un tono acelerado: “los inspectores ya hemos dado varias notas que nunca han salido, se ve que los medios son oficialistas”. Cada vez se lo ve más ofuscado. “Ya intentamos hablar con los pasajeros para impedir este desastre y no nos escucharon”. En ese momento, aprovecha para asegurar “los de Tránsito y Transporte no se han subido a un colectivo en su vida”, y se queda de golpe en silencio. Ofrezco contarle sobre Catalejo y su impronta distinta al tratar la información. Aun así, no quiere seguir hablando.

Cruzo la calle y voy al kiosco que está al frente, en la plaza Aberastain. El hombre que lo atiende admite no saber quién hizo la Red Tulum ni por qué se hizo. Señala la falta, en las principales estaciones, de puestos con personas que informen sobre los recorridos que integran el sistema. Comenta cómo él en muchas ocasiones termina orientando a los usuarios que se le acercan. Muchos son adultos mayores: “no se los tuvo en cuenta en ningún momento”. Por otro lado, reclama las altas velocidades a las que conducen los colectivos y su actitud temeraria. A esto le suma “hay hospitales acá en frente, no puede ser que todo el día estén tocando la bocina”. Sin embargo, no todo es malo. Rescata la gran cantidad de clientes que trajo la construcción de la terminal. Pone como ejemplo el clásico café Nazaret que se benefició al sumar un kiosco al negocio. Para él la estación está muy limpia y es muy segura gracias al monitoreo constante de la policía.

Vuelvo a la estación. Me encuentro con alguien que es parte del personal de limpieza. También él cuenta que asiste a los pasajeros que no saben qué colectivo tomar. Paralelamente, expone la incomodidad que le produce la suciedad que dejan algunas personas. “Día por medio encuentro pañales usados debajo de los bancos. Tampoco separan los residuos”. Pero no solo lo afecta la suciedad. También relata que desde que está trabajando ahí le han robado 4 escobas y 2 palas. De hecho, el otro día pasó una marcha por el lugar y desaparecieron sus cosas. Por suerte no los ha tenido que pagar él y sus superiores le han repuesto lo necesario.

Es momento de consultar a aquellos que no hemos escuchado, los choferes. Pidieron expresamente que no diéramos sus nombres.

Conductor 1: considera que este nuevo sistema es un buen emprendimiento. “Lo que pasa es que le han quitado el colectivo de su casa a la gente y les molesta tener que caminar”. Dice que en lo laboral no hay muchos cambios. “Tengo que seguir trabajando 8 horas al día, exactamente igual que antes”. Dentro de lo positivo destaca la creación de más de 90 puestos de trabajo nuevos. Sobre las actualizaciones del recorrido, dice que el encargado de la empresa es quien avisa, con un par de semanas de anticipación. Sobre la App, comenta que se nota que la hizo alguien de Buenos Aires. Algunas veces marca que el recorrido se debe hacer a través de calles que son en contramano. También comenta que la aplicación no debería indicar los horarios. “Es imposible que un colectivo cumpla horarios. Siempre estamos sometidos a manifestaciones, cortes de calles, tráfico e inclusive condiciones climáticas”. Es por ello que los inspectores no controlan su cumplimiento a rajatabla. Más que en los atrasos, se fijan en que no lleguen adelantados.

Conductor 2: determina que falta una mayor cantidad de unidades, ya que están muy ajustados con los horarios. También comenta que recibe la queja constante de personas que reclaman que las líneas nuevas no entran a numerosos barrios. Además,  plantea cómo la aplicación ha confundido a las personas porque muestra horarios que no pueden cumplirse. Por último, sentencia: “se cambiaron las cosas de un día para el otro, sin pensar en los jubilados que ahora no tienen idea de cómo trasladarse”.

Conductor 3: hace una buena evaluación sobre la reestructuración del transporte público. Destaca el aumento de recorridos que circulan por el interior de departamentos alejados como Angaco, Albardón y San Martín. A pesar de ello, comenta que hay muy pocas paradas en el microcentro al compararlo con el anterior sistema. “Antes tenía 8 paradas en la Libertador, ahora solo tengo dos”. Asimismo, manifiesta que existe un problema en la estación Mitre. “Tenemos que dar una vuelta al pedo para poder entrar”. Lo único que pueden hacer ante un problema es comunicarlo al jefe de inspectores para que entregue una nota al Estado y desde ahí se produzcan cambios. Las notas no tienen respuesta.

Conductor 4: afirma que “la Red Tulum es una buena idea mal ejecutada. El transporte necesitaba un cambio, sin embargo el anterior sistema era genial. Nada más se necesitaba ampliar las redes. Se desprotegió líneas que estaban bien; «hay líneas que no llevan a nadie mientras otras se llenan”. También se queja sobre el retraso de los nuevos recorridos. “La red es lenta, tiene muchas vueltas innecesarias que producen demoras de 2 o 3 minutos que se van sumando”. En cuanto a los colectivos, dice que los colores no identifican de forma real a la línea. La mayoría pasa por varios departamentos, así que no tiene sentido decir que cada zona tiene aparejado un tono específico. Por otro lado, aclara que si el pasajero no ve el coche de frente, es imposible determinar qué colectivo es. En sintonía con ello, comenta una experiencia que vivió un conocido de él que trabaja en la empresa Mayo. “El otro día se presentó un hombre para quejarse. Resulta que un móvil había impactado contra su auto para después fugarse. Insistió tanto que le permitieron entrar a la empresa para señalar qué vehículo fue. Cuando lo detectó, el amigo del entrevistado le comentó que era imposible que fuera aquel, ya que hacía tres días que estaba parado. El tipo estaba extrañado porque tenía exactamente el mismo número de frente, costado y en la parte trasera”.

Para este conductor la Red Tulum tiene tres aciertos: el A, que es exactamente igual a la línea 14; el TEO que tiene el mismo recorrido que el 21 solo que este llega a la Esquina del Sauce; el B es otro que destacó. Concluyó que si se extendían las anteriores líneas, ya se llegaba a un mejor sistema. En función de ello concluye que “si bien uno de los objetivos era terminar con los monopolios, para nada se logró. La falta de competencia se nota demasiado”. Y agrega:

– Lo peor es que se desprotege al usuario de noche, los colectivos se guardan antes de la hora que deberían. A las 23 ya no podés ir de La Bebida hasta el centro.

– ¿Creés que el  gobierno está al tanto de esto?

– Por supuesto. Fue una pantomima preguntar a los chicos de escuela nocturna a qué hora deberían pasar. Al fin y al cabo, no se cumple. ¿Sabés por qué no hay recorridos de noche? Porque sale muy caro.

– ¿A qué te referís?

– La hora extra del chofer es muy cara, después de las 21 aumentan. Es por eso que al principio estábamos felices de poder hacer más plata.

–  Entiendo, ¿qué más me podés decir respecto del horario en que terminan de circular los móviles?

– La gente que sale de trabajar a la noche no llega a su casa.

Repentinamente, nos interrumpe una chica diciendo lo siguiente:

– Los estaba escuchando y la verdad que tiene razón (refiriéndose al conductor). Yo trabajo en Bonafide y salgo a la 1. Gano 1000 pesos por día y para volver a mi casa tengo que pagar 500 pesos a un remís. Hoy salgo a las 12 igual. 

– Tampoco va a llegar, dice el colectivero.

El chofer agrega: “solo te enterás de estas cosas acá. La Secretaría de Transporte tuvo guardada por 10 años a las únicas personas experimentadas. Cuando volvieron a consultarles, estaban totalmente desactualizados de todos los cambios que sufrió el transporte público. La gente nueva no tiene calle”.

El conductor 4 tiene mucho para decir.

–  ¿Qué opinas de los horarios establecidos en la aplicación? Un colega tuyo piensa que es imposible cumplirlos.

– Para nada, no es imposible. Mirá (saca una tabla con horarios). Te apuesto el próximo aumento que a las 19:40 estamos en la Esquina Colorada. 

Hace una pausa y continúa. “¿Has visto esta cajita?”, me dice mientras señala para arriba. “Es un GPS que no funciona. Lo usamos de reloj. Realmente no nos controlan que cumplamos esos tiempos. El de la App es un horario que Tránsito pretende, pero no se puede cumplir; el de la empresa sí. Los únicos controles que hay son falsos. Te paran en el medio del recorrido y solo piden la licencia, pero siempre sacan una foto para mostrar que están trabajando. El otro día me detuvieron con el cartel frontal apagado. No sabían qué colectivo era. Pero aun así me dejaron ir sin cerciorar nada”.

– ¿Por qué crees que pasa esto?

– Porque quienes diseñaron esto salieron de la facultad y nunca se tomaron un colectivo ¡No hay paradas en lugares donde siempre hubo! Cagaron a la escuela más grande de San Juan, la Sarmiento. Yo conozco a una madre que siempre llevaba a sus hijos. Ahora se vienen solos porque no pueden pagar otro pasaje. He pasado de dejarlos al frente a que ahora tengan que bajarse a tres o cuatro cuadras en un estado de desprotección ¿Cómo vas a dejar a niños sin paradas?

Sin previo aviso, para y me sonríe.

– Hemos llegado a la Esquina Colorada, fijate la hora.

Son las 19:40, creo que le debo el próximo aumento de sueldo.

– Llueve, truene o caiga un rascacielos yo llego a horario.

En ese momento llego a mi destino y me despido de él.

Es otro día. 

Decido volver a la terminal Córdoba. Parece que recién salen los chicos de la E.P.E.T N° 5. Al ser una secundaria, un lugar donde conviven personas desde los 11 hasta los 19 años, la estación se acaba de convertir en un espacio de juego. Hay niños empujándose, pateando pelotas, riendo y chillando. También es un lugar de concentración para adolescentes que bancan a sus amigos, coquetean, se ponen al día y de vez en cuando pelean. Estoy presenciando como han puesto YouTube en varias de esas pantallas en las que hace algunas horas alguien consultó qué colectivo debía tomar. La estación se ha convertido en un collage de estilos y música. Pueden escucharse canciones desde Justin Bieber hasta Ozuna. Se ven vídeos con personajes de animé y otros con youtubers, streamers y otras celebridades.

Sé que estas terminales son nuevas, pero ¿cuántas historias han presenciado y cuantas más quedan por escuchar? Acá la gente camina, corre, grita y respira. Acá es donde San Juan vive.

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