Lo que Barbie nos dejó

Lo que Barbie nos dejó

“Desde el comienzo de los tiempos, desde que existió la primera niñita, ha habido muñecas”, dice una voz en off en el tráiler de Barbie, la película que tres meses antes de su estreno ya generó un enorme revuelo en las redes sociales. Y aunque no sea desde el origen de los tiempos, sí hay registro de muñecas en la Antigüedad hechas en papiro, lino y marfil. “Pero las muñecas fueron siempre muñecas bebés hasta que…”, continúa el trailer hasta que de repente con bombos y platillos aparece una Barbie tamaño gigante, que hace a las niñas revolear a las antiguas muñecas por los aires. 

Creada en 1959 por el matrimonio estadounidense de Ruth y Elliot Handler que fundó Mattel, Barbie fue la primera muñeca a la que las niñas no debieron maternar. Y aunque no pasó mucho tiempo hasta que llegaron las primeras críticas por reforzar cuanto estereotipo exista sobre la mujer, el solo hecho de permitir a las niñas salirse del eterno rol de cuidadoras marcó un antes y un después no solo en la historia de los juegos de las niñas sino hasta en el imaginario social de lo que significa ser mujer. Fue Ruth Handler la que tuvo la idea de crear muñecas adultas cuando vio que su propia hija imaginaba las profesiones de hombres y mujeres con papeles. Desde ese momento hasta hoy, la Barbie recorrió un largo camino, lleno de brillo y éxito por un lado, pero también plagado de reclamos por realzar como único modelo válido y deseable de mujer al arquetipo de la rubia, alta y esbelta californiana. Eso sí, con más de 150 profesiones para elegir. 

Esas seis décadas de recuerdos con la Barbie volvieron de golpe cuando aparecieron las imágenes de la película que promete causar sensación. Con un elenco envidiable y dirigida por Greta Gerwig, la cineasta que se destacó por su mirada feminista en películas como Mujercitas, Barbie la película ya generó una gran expectativa por algunos guiños que demuestran una mirada burlona de los símbolos que instaló la muñeca: un primer plano al famoso “Barbie feet”, el permanente pie inclinado de la rubia, que hoy es replicado por miles de modelos e influencers en las redes; los diferentes tipos de Barbies con sus diversas ocupaciones y su novio de siempre, Ken, presentado como “just Ken”, es decir un accesorio más en ese universo rosado, sin una vida propia más que para salir de vez en cuando con su novia. Solo en ese mundo de juguete, la historia es al revés. 

Rápidamente, las fotos de famosos y usuarios/as comunes con el póster de la película bastaron para entender todo lo que remueve Barbie para muchas generaciones no solo de mujeres sino también de hombres e identidades trans. Pero fueron principalmente las mujeres las que en minutos armaron un extensísimo hilo de Twitter en el que plasmaban recuerdos de magia, nostalgia y frustración en torno a la muñeca. “Gracias a la Barbie médica, me di cuenta que yo también podía estudiar esa carrera” agradecía una usuaria. Mientras otra recordaba sus trastornos alimenticios, que asociaba al cuerpo de la muñeca, y algunas más contaban la bronca que sintieron cuando sus hermanos varones se las arrebataban para rompérselas. 

Ahí nomás llegaron mis propios recuerdos: el esperar una fecha especial como un cumpleaños o una Navidad para ver si en el paquete podría estar esa caja llena de sueños y colores; el cuidar como oro a la única que llegaban a comprarme aunque no fuera la original pero sí la mejor copia posible en la Argentina post hiperinflación de inicios de los ´90; el placer de jugar con amigas que tenían no solo a la Barbie auténtica sino también la casita, los muebles y las otras barbies “exóticas” que ya empezaban a llegar con las críticas a la belleza europea como único modelo; la contradicción al llegar a la pubertad de seguir queriendo jugar a las Barbies mientras lo ocultábamos por miedo a parecer niñas tontas y no las adolescentes que ya nos creíamos pero no éramos; y el shock que sentí cuando en una tarde en el jardín delantero de la casa de mi amiga, un niño de nuestra edad que al parecer había llegado a pedir algo (ropa, comida o precisamente juguetes) nos rompió toda nuestra Barbieland del tercer mundo. Más que reaccionar con enojo, con mi amiga nos quedamos mudas, más aún cuando el chico se fue al instante. Fue duro suponer que tal vez había sido, como comentaban las twitteras del hilo, por la inconfesable fascinación que a muchos varones les generaban las muñecas que para ellos, y especialmente para sus padres, eran un objeto al que debían temerle más que Superman a la Kryptonita. Pero más doloroso fue pensar que a lo mejor ese ataque de furia tuvo que ver con algo más simple: tener ante sus ojos ese universo de ensueño que tal vez su familia jamás podría comprar. 

¿Qué es la Barbie para las mujeres? Obviamente, nadie puede hablar por todas. Pero sí sé que para muchas la Barbie es una vida de recuerdos, un ícono de la cultura que nos marcó más de lo que pensamos, un objeto por el que miles de familias hicieron y hacen inmensos sacrificios y algunas nunca llegan a conseguirlo, un elemento de pertenencia de clase, un símbolo de lo plástico, en todo el sentido de la palabra, y un símbolo de la mujer que nos impusieron que debíamos ser: con alas para ser ingeniera, astronauta o arqueóloga pero con las cadenas bien firmes que nos atan a la juventud eterna y la belleza única, con un cuerpo imposible que hasta los científicos salieron a repudiar por denunciar que una mujer real no podría mantenerse en pie con las medidas de la Barbie e incluso no podría tener ni su menstruación. Un modelo que ante las críticas debió ampliarse, para dar lugar a barbies afroamericanas, asiáticas, en silla de ruedas y hasta trans, pero jamás gordas, solo “curvy”, es decir, dos milímetros más de cadera. 

“Es solo una muñeca, la educación se da en la casa”, repiten muchos ante las quejas. Una muñeca que aunque ya no genere récord de ventas, marcó un camino imborrable que hoy se replica en los juegos de muñecas virtuales a las que las nenas suelen vestir y maquillar en Internet. Un juego que no queda solo en un juego sino que repercute en la vida real, con millones de mujeres con bocas infladas de hialurónico, cirugías de todo tipo en la adolescencia y tratamientos peligrosos para adelgazar. Una fantasía que se hace realidad en los medios y en las redes, cuando las únicas mujeres visibles que triunfan son las que más se asemejan al prototipo de Mattel. Un juego que toma como única opción de salud a lo delgado porque considera que vender muñecas gordas le haría mal a la salud de las niñas. Tan mal como las pocas veces en que niñas de comunidades perseguidas se vieron reflejadas a sí mismas en un juego o película, como aquella niña negra que no pudo contener la emoción apenas vio un video de una Sirenita de su mismo color de piel. 

¿Qué queremos entonces de un pedazo de plástico? “No me preguntes a mí, soy solo una chica” le dijo la Baby Malibú a Lisa Simpson, cuando esta esperaba un discurso épico, en uno de los capítulos más memorables de la serie. Fue así que Lisa sola enfrentó a la industria del juguete para crear a Lisa Corazón de León, una muñeca que pudiera reunir “la sabiduría de Sor Juana Inés de la Cruz, la fuerza de espíritu de Helen Keller y la agudeza de Simone de Beauvoir”. Tal vez no podamos aspirar a que una muñeca cumpla con todo eso: el intento de Lisa fue un rotundo fracaso cuando a la nueva Baby Malibú le bastó usar un sombrero diferente para desplazar a su heroína. Pero sí podemos seguir preguntándoles a las niñas qué quieren, así como la propia hija de Ruth Handler quiso jugar a algo más que maternar. 

No se trata de tirar todas las Barbies ni las muñecas por los aires. De hecho, muchos estudios señalan las capacidades de diálogo, socialización y empatía que promueve el jugar con muñecas (habilidades que no son tan incentivadas en los varones). Podemos pensar, en cambio, en qué otras figuras pueden acompañar a la ultradelgada californiana. Así como hay niñas que quieren jugar con Barbie y Ken, habrá otras que estén buscando una Corazón de León o alguna tímida Beth que prefiera muñecas pobres y olvidadas, con alguna discapacidad y con la ropa gastada. Una empresa no se sostiene con ventas para dos o tres, alegarán rápidamente. Es verdad. Pero por eso mismo tenemos que pensar qué queremos para los niños y niñas y cuánta importancia le damos a los elementos con los que pasan horas, días y años y que contribuyen a construir su misma identidad. 

Hoy tenemos una ley de alimentación saludable que obliga al etiquetado frontal de lo que comemos. Por qué no pensar entonces en sellos de calidad o incentivos fiscales para empresas que promuevan juguetes no sexistas o que respeten las diversidades humanas en los productos con los que nutren psicológicamente a las infancias. “Cada padre es responsable de lo que compra”. Sí, pero no todo puede estar librado a los padres, cuando está en juego la salud de niños y niñas. “Cada niño elige”. Sí, pero los niños/as seguirán eligiendo lo que ven si no hay otras opciones interesantes que acompañen a las hegemónicas. No hay elección posible si la opción es una sola y si no hay educación sobre la relación del juego con los roles de género, en clases de ESI y Educación Emocional. 

Cuando se estrene la película, Barbie tendrá 64 años pero seguirá luciendo de 20, tan rubia, flaca y reluciente como siempre. Pero Barbie, con toda su enorme historia y simbología encima, sigue siendo una creación humana, un juguete al que podemos seguir dándole forma, por más vida propia que haya cobrado como en Toy Story. El feminismo hizo mucho para cambiar esa historia y hacer entrar otras realidades en ese apretado corset. Fue justamente en los últimos años, tras la última ola internacional del feminismo, que Mattel sacó colecciones como “Mujeres que inspiran”, con la que convirtió en muñecas a artistas y científicas reconocidas hasta militantes por el voto femenino. Mujeres que inspiran, pero siempre moldeadas en un cuerpo esbelto, fiel al estilo Barbie. 

Habrá que seguir trabajando entonces para soltar aún más ese corset, para que algún día las barbies del mundo puedan descontracturar finalmente sus pies y bajar a la tierra. Para que haya más diversidad de juguetes tanto para niñas como para niños y niñes. Y para que alguna vez las Lisas del mundo den vuelta la historia y encuentren en su alter ego de juguete la respuesta que tanto esperaban: “pregúntame a mí, que soy una chica”. 

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