El diario a diario: el presente de los canillitas sanjuaninos

El diario a diario: el presente de los canillitas sanjuaninos

Hoy no se venden diarios de papel. Esto es así todos los 7 de noviembre, cuando en Argentina se celebra el Día del Canillita.

¿Te diste cuenta que faltaban los diarios impresos en los kioscos? ¿Sentiste la falta del  diario de papel traído por el repartidor a tu casa?

Es muy probable que no.

Según  el último informe de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales, si bien 7 de cada 10 argentinos leen noticias, solo el 14 por ciento de ellos lo hace habitualmente en diarios papel. El 40 por ciento de la población consultada nunca se informa leyendo diarios o periódicos impresos. Estos datos se cruzan con el 46 por ciento que reconoce informarse frecuentemente a través de un diario digital y el 48 por ciento que marca esa frecuencia en redes sociales. Los datos son de 2022 y San Juan está incluida en la medición, dentro de la región Cuyo.

Para Gabriel Álvarez, que tiene su kiosco de diarios y revistas en la esquina de España y Libertador, el declive empezó alrededor de 2013, cuando todavía “el kiosco se movía” pero empezó a notarse el impacto de internet. La baja en el consumo no fue el único factor por el cual cada vez hay menos kioscos de diarios y revistas. Agrega Gabriel: “De 160 canillitas pasamos a ser 90 en tres años. Algo que nos afectó mucho fue durante el gobierno de Macri una política que liberó los precios de los diarios, además empezó a descontarnos por el envío al interior y descuentos por publicidad. Eso hizo que se recorten nuestras ganancias. Al no tener un sindicato fuerte, nos vimos perjudicados”.

Gabriel Álvarez. Gentileza foto: Gonzalo Medina, Diario Huarpe.

Más que repartir periódicos

Aunque ya no se emplean niños de canillas flacas, todos los vendedores de diarios y revistas se identifican con el nombre de “canillitas”. Décadas atrás eran  los primeros en recoger el pulso de la actualidad.  Salían a la calle desde la madrugada  a buscar los titulares que darían forma a las conversaciones del día en oficinas, cafés, plazas y hogares. 

 “Yo empecé como canillita a los 17 años. Un día de trabajo de aquel entonces comenzaba sobre las 5 de la mañana, levantándome, agarrando mi movilidad, yendo a la planta del diario y empezar a repartir. El reparto duraba horas, un día domingo llegábamos a repartir casi 700 diarios”. El que cuenta es Pablo Pedraza, de familia tradicional en la venta de diarios y revistas en San Juan, hoy con su kiosco frente al Centro Cívico. Como los Pedraza, muchos canillitas tienen sus puestos por generaciones y conocen a cada uno de sus clientes.

Pablo Pedraza

Gabriel Álvarez, de España y Libertador, cuenta que “es un trabajo muy sacrificado, pero gratificante. Estás en permanente contacto con la gente y los conocés a todos. Algunos clientes a veces no iban a comprar si no a visitarme y charlar”. Hablando de los tiempos pasados, agrega: “para la sociedad el kiosco de diarios era un lugar de consulta. Incluso en ciudades más grandes como Buenos Aires se entregaban mapas, se daban indicaciones, era un lugar de turismo también, no lo hacía ningún organismo del gobierno ni una secretaría de turismo, éramos nosotros”.

Para Carlos Monla, kiosquero de calles Laprida y Rivadavia, los momentos clave eran las elecciones. “Era cuando más se vendía, o en algún superclásico o partido de fútbol importante. Era impresionante cómo se vendía el diario esos días”. Las ventas eran buenas para los productos locales, pero también para los diarios que venían de Buenos Aires, a pesar de que se los podía encontrar en los kioscos recién a partir del mediodía: “Se vendía mucho Clarín, La Nación, Popular, Página 12 y Crónica, en ese orden”, suma Carlos.

Carlos Monla

Ricardo Devia, tiene 58 años. Su puesto, abierto por su papá hace 67 años, está en Av. Rioja y Rivadavia. Él trabaja ahí desde niño.”Hemos visto pasar de todo por acá”. Coincide en los hitos del Mundial del 78 –“se vendió muchísimo”- y en el  tiempo de la guerra de Malvinas. Repite la misma cifra mágica que sus colegas cuando recuerda esos tiempos: “en este puesto llegamos a vender 700 ejemplares”. Ricardo dice que incluso hoy “para cualquier elección también se vende, hoy es menos común, pero en elecciones se vende más”.

Ricardo Devia

Éramos pocos…y llegó la pandemia

“El tiempo de la pandemia fue desastroso, la pudimos pelear, pero duramente”. Lo dice Pablo Pedraza y cuenta: “Empezamos con reparto a domicilio, tenemos muchos números agendados y gracias a eso pudimos hacer delivery, no solo de diarios, sino acercar paquetes de un extremo a otro de la provincia; nadie podía salir, sin embargo teníamos nosotros el permiso para circular libremente”. 

Guillermo Quiroga, del puesto de Rivadavia y Entre Ríos, coincide en que la pandemia fue el golpe de gracia: “De ahí bajó muchísimo, al estar cerrados los cafés, las oficinas del gobierno, si bien podíamos salir a trabajar y hacíamos el reparto domiciliario. Después se ha recuperado un poco la venta de diarios”.

Guillermo Quiroga

Los diarios de Buenos Aires dejaron de llegar. “Hemos hecho todas las gestiones, pero al no haber sindicato ya no podemos hacer nada”, comenta Carlos Monla. Por su parte, Gabriel Álvarez completa: “Dejaron de llegar los diarios de Buenos Aires en la pandemia, en el 2020. Siguen mandando productos, pero no el diario; llegan colecciones de Clarín, pero no el diario. Ahí se perdieron varios lectores”.

 Hay presente, hay futuro

“Hoy vendemos de 15 a 20 diarios, lo que más se vende son revistas” dice Carlos Monla, de Laprida y Rivadavia, cuando describe el presente. Ya ningún canillita empieza su día a las 5 de la mañana ni abre el puesto a las 7. “Hoy tengo mis clientes fijos, conozco a los abuelos, a los padres. Hacemos el reparto fijo los domingos. Después algún que otro cliente de paso”, cierra Carlos que dice también: “Lo acepto a lo digital”.

Guillermo Quiroga cuenta algo similar: “hoy la venta se maneja en domicilios fijos, los del gobierno, los de cafés y eso. La persona que pasa y compra el diario es menor, sobre todo se mantiene la gente mayor”. “Antes los repartos eran muchos más grandes –agrega-. Ahora es más acotado, se manejan lo que son las colecciones”.

“¿Cómo nos enfrentamos a esta situación?” pregunta Pablo Pedraza, para responder: “Desde hace un tiempo las editoriales empezaron a mandar coleccionables, tanto autos en miniatura como pequeños juguetes, peluches; esa es la tendencia de las editoriales no solo en Argentina si no a nivel latinoamericano. Si esa lectura la hace la editorial, cómo no la vamos a interpretar los canillitas. Por lo tanto, nosotros también incorporamos juguetes chicos y artículos de temporada”.

Gabriel Álvarez comparte: “Me han empezado a gustar cosas en el kiosco, como bandas independientes. Empezamos a crear espacios en el puesto, para los que les gustaba el comic, los tatuajes, la jardinería, con secciones especiales, con revistas”.

Un señor toma un tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de la plaza. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee, y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee, y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Luego lo lleva a su casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.

(El diario a diario – Julio Cortázar)

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