Casinos en línea en San Juan: un relato desde adentro
26 de abril
Durante los largos minutos que dura el recorrido de la línea 2, desde Pocito hasta Capital, me entretuve con la discusión de turno en la plataforma de Twitter. «Tiene 14 años, gastó los ahorros de su mamá para poder apostar e intentó suicidarse» es el titular que alimenta uno de los pocos debates del año que no tiene que ver con política. Me sorprendió descubrir que la indignación de los usuarios tocaba varias aristas del problema, excepto la que resultaba más evidente. Pasé los siguientes minutos leyendo toda clase de cuestionamientos que parecían detenerse en detalles inocuos, evitando discutir la incomodidad inicial.
¿Qué lleva a un adolescente a apostar?
Más tarde, ese mismo día, las casas de apuestas fueron un tema de conversación en mi grupo de amigas. Todas en la mesa parecían conocer a alguien que apostaba y a alguna que otra persona que trabajaba en el ámbito. Incluso llegué a escuchar cómo una amiga mencionaba con liviandad que su padre, docente, solía descubrir a sus alumnos apostando en clase.
Caer en la tentación
Al parecer, haber consultado la noticia fue suficiente para que el algoritmo pensara que las apuestas en línea eran un tema de mi interés. Quizás, la publicidad estridente e invasiva siempre estuvo ahí, omnipresente, pero ya no podía pasar inadvertida como antes.
Era sábado por la noche y, entre fotos de amigos preparándose para salir, me encontré con un link que prometía hacerme ganar dinero. Escéptica, entré y el enlace me redirigió a un chat de WhatsApp. En la información del perfil se encontraba el catálogo y un enlace a una cuenta de Facebook donde anunciaban descuentos para jugar en la plataforma. Los productos del catálogo eran, en realidad, capturas de pantalla donde se evidenciaban premios que alcanzaban diferentes sumas. Te invitaban a jugar, a arriesgarte por la ínfima posibilidad de ganarle al azar.
Con la frialdad propia de un mensaje automatizado, me pidieron los datos necesarios para crearme una cuenta y cargar la cantidad de fichas equivalentes al dinero que enviara a un alias de Mercado Pago. El anonimato unilateral me hacía sentir expuesta; estaba compartiendo información privada que, de todas maneras, nadie se molestaría en corroborar. Podría haber mentido fácilmente y ahorrarme la vergüenza de pensar que la persona del otro lado podría conocerme. Pero, me limité a ocultar la foto de perfil y fingir que el comprobante de la transferencia no acababa de exponer la poca información que seguía siendo privada.
El importe mínimo de carga era de 500 pesos y los premios se podían retirar a partir de los 3 mil, una suma no muy elevada pero que dudaba ser capaz de alcanzar. Con las fichas cargadas, me enviaron otro link para poder ingresar a la plataforma y se despidieron con un sticker personalizado que decía “buena suerte”. “Porque la vas a necesitar” fue lo que leí entre líneas.
El funcionamiento no era muy diferente al de un casino presencial. Había mesas en vivo de póker y blackjack, una ruleta y máquinas tragamonedas que estallaban en colores y sonidos cada vez que giraban. El entusiasmo fue lo primero que perdí. Sin la ambientación propia del casino, las slots se sentían más como una partida de Candy Crush que como una apuesta real.
Sin entender mucho, fui saltando de una máquina a otra, dejando fichas por el camino. A este punto había alcanzado un apostar rítmico, casi automático. Los rodillos no terminaban de detenerse del todo antes de comenzar a girar nuevamente. Este formato de juego tenía la capacidad de mezclarse con la realidad, haciendo que el tiempo y el valor se desvanecieran en él. Debe ser por el efecto que tiene el dinero digital, por no verlo, que perderlo resulta menos doloroso. O quizás era la familiaridad de la plataforma, similar a las páginas de juegos flash que jugaba en mi infancia. Fuera lo que fuera, había algo que me invitaba a permanecer ahí por un largo tiempo.
Mis manos empezaron a cosquillear cuando, uno a uno, los rodillos se detuvieron en un delicado escarabajo azul, en una máquina de temática egipcia. Solté el celular en la cama cuando el premio finalmente alcanzó tres cifras y pensé que esto no era tan complicado, que podría hacerlo una vez más. Estaba convencida de que la suerte estaba de mi lado. Obviamente, me equivocaba.
Del otro lado del juego
Este nuevo formato de apuestas despertó el interés de los jóvenes, no solo por el novedoso tipo de juego sino también por el creciente cupo laboral que generó. Chicos y chicas de la provincia comenzaron a trabajar como cajeros línea desde la comodidad de su hogar. Trabajar para casinos locales los aventuró en la experiencia de conocer como funciona el juego desde adentro. Las actividades que realizan pueden abarcar desde recibir a los clientes y registrar nuevos usuarios hasta cargar las fichas en la plataforma, explicar el funcionamiento de los juegos, comunicarse con el servicio técnico en caso de errores, o encargarse de la publicidad, generalmente en redes sociales como Facebook e Instagram.
Al conversar con ellos me confirmaron que el procedimiento es similar en la mayoría de los casinos. También señalaron que, aunque se requiere ser mayor de edad para acceder a estas plataformas, generalmente no piden esa información al crear las cuentas. En caso de solicitarla, tampoco habría manera de verificar su veracidad. Varios sospechaban haber generado usuarios a menores de edad, aunque, según una cajera, no indagan demasiado en los perfiles de las personas que les hablan.
“Al ser un casino chico, son siempre los mismos clientes, algunos con más regularidad que otros”. Comenzó a contarme uno de los cajeros cuando pregunté sobre la regularidad de los jugadores. “La frecuencia varía dependiendo del momento del mes, a principio de mes se mueve más y hay más gente. A fin de mes es cuando hay menos movimiento pero, por lo general, una persona nos habla 3 o 4 veces por semana. Los montos que apuestan son muy variados, el mínimo de recarga establecido es de 500 pesos y fin de semana por medio, aproximadamente, se dan bonos para el que carga más de mil o 2 mil. Lo más alto que vi fue 40 mil pesos de una sola sentada, pero hay gente que en total en un día llega a gastar 100 mil o más.”
“Te cargan 50 mil tres veces y en un rango de dos a tres horas ya se gastaron todo. Hay veces que vos ves su foto de perfil y pensás ‘¿Cómo puede estar apostando tanto?’ ” Fue la respuesta de otro de los cajeros, para a continuación agregar “Me ha tocado gente muy agresiva que, si no le cargas en el instante piensan que perdieron la suerte y te putean”.
“Sé que existe la autoexclusión y otras medidas en los casinos legalmente regulados, pero debo decir que acá no, es todo clandestino por así decirlo, no hay regulaciones ni nada”. Fue lo que comentó el último cajero, luego de expresar su preocupación por un cliente que escribió más de 10 veces en un día.
Un marco legal inexistente
Desde el programa Juego Responsable, perteneciente a la Caja de Acción Social de la provincia, manifestaron su preocupación por el problema que, según señalan, escapa de su control. Comentaron que, hasta que no exista una legislación que regule las casas de apuestas en línea, los profesionales del programa no pueden intervenir. También aseguraron que reciben cada vez más consultas que no tienen a dónde derivar, ya que no existe ningún organismo especializado en este tipo de juego.
Gustavo, ex jugador y fundador de “Volver a intentarlo juntos» y “En busca de la felicidad», los grupos de autoayuda para jugadores compulsivos que operan en la provincia, coincide con el aumento en las consultas. “En la Línea vida, que funciona a nivel nacional, de 30 llamadas que recibimos, 20 son por juego online de jóvenes menores de 30 años”. Además, menciona que a menudo son los padres quienes llaman, ya que reconocen un comportamiento compulsivo en sus hijos, pero los jóvenes rara vez se acercan para recibir ayuda.
Se han presentado múltiples proyectos de ley que buscan regular este tipo de juego a nivel nacional. Los especialistas coinciden en que, para promover el juego responsable, es necesario reducir y redirigir la publicidad, otorgar licencias sólo a los casinos capacitados e implementar la verificación de identidad mediante datos biométricos. Esta medida también permitiría a los jugadores solicitar la autoexclusión, en caso de considerarlo necesario.
¿Por qué juegan los chicos?
Una mañana, el padre de mi amiga me recibió en la escuela donde trabaja. Sus alumnos, de 6to año de secundaria, no parecían muy contentos. Tal vez anticipaban una charla que terminaría en un sermón. Cuando les pregunté si habían jugado en casinos online, algunos levantaron la mano tímidamente y otros asintieron levemente con la cabeza.
El resto de las preguntas se desarrollaron de manera similar. Las respuestas eran cortas, dichas en voz baja, acompañadas por el silencio cómplice del resto de los alumnos. ¿Juegan en casinos online? “Jugué alguna vez”. ¿Cómo conocieron los casinos? “Por influencers”. ¿A qué edad comenzaron a jugar? “A los 17 años aproximadamente”. ¿Qué juegos suelen jugar? “Slots, ruletas y apuestas deportivas”.
Al notar que no estaban muy dispuestos a hablar, les dejé la opción de rellenar una encuesta. Un formulario sencillo que les permitía responder desde la comodidad del anonimato. Antes de terminar, una chica de tez blanca y lentes redondos decidió hablar. “Yo empecé a jugar porque mi mamá juega. Antes iba al casino de Rawson, ahora está siempre en el celular ‘tiki tiki tiki’. Y le va bien, tiene mucha suerte. Un día me preguntó si también quería jugar y, como el dueño del casino es su cuñado, me crearon una cuenta. Le pregunté si me iban a hacer problema por la edad y me dijo que no, que era anónimo. Estuve jugando un tiempo, pero después lo dejé porque siempre perdía”.
Ese comentario motivó a una chica, sentada más atrás, a compartir que su mamá y su abuela también juegan de manera regular. Otro alumno confesó que jugaba todos los días desde que un amigo se lo había recomendado. Solía meter mil pesos y llegaba a ganar hasta 8 mil. Sabía que no era la manera, pero en el pasado lo había considerado su única fuente de ingresos. Ahora seguía jugando, pero con menos frecuencia.
Más tarde, las respuestas de la encuesta evidenciaron una realidad que se oculta en el silencio. De las 18 respuestas recibidas, todos indicaron conocer el nuevo formato de apuestas. La mitad lo descubrió por recomendación de familiares o amigos; un tercio a través de redes sociales y 2 de cada 10 gracias a streamers. Más de la mitad admitió haber comenzado a jugar entre los 14 y los 16 años, con la intención de ganar dinero. Todos reconocieron que, si este tipo de juego no fuera tan accesible, jugarían con menos frecuencia o no jugarían en absoluto.
El proceso de recuperación
El director de la Fundación de Ludopatía Infantojuvenil de San Juan, Jose Icazatti, comentó que desde la organización también trabajan con una logística de encuestas. Así descubrieron un aumento en el uso de las pantallas después de la pandemia, lo que los motivó a profundizar la investigación sobre los juegos digitales.
“Actualmente nosotros brindamos psicoeducación, nada más. Un programa de sensibilización donde vamos a las escuelas, hablamos con los padres. Tratamiento no, porque no tenemos los recursos. La idea es capacitar a más profesionales para trabajar todos en conjunto y brindar una solución como se debe”, comentó luego de mencionar que los especialistas de la provincia tienen predilección por trabajar la adicción de sustancias.
“Esta adicción, que es un comportamiento, es más difícil porque no se detecta. Alguien consume y se puede ver en sus ojos, en su discurso. Alguien juega y lo notas en su comportamiento cuando ya es tarde, cuando ya bajó el nivel académico, cuando ya cambió su estado de humor, cuando ya está irritable o depresivo”, agregó Icazatti.
Gustavo coincide con la declaración del director de la fundación, agregando que muchas veces, la ludopatía deriva en más casos de suicidio que otro tipo de adicciones. “Lo que pasa es que a la gente hay que informarla de que es una problemática real y hay que tratarla como lo que es. No el timbero o como quieran llamarlo. Es un jugador compulsivo que necesita ayuda, al igual que un adicto a la droga”. Por esta razón, tanto la Fundación de Ludopatía Infantojuvenil como los dos grupos de autoayuda “Volver a intentarlo juntos» y “En busca de la felicidad» se proponen funcionar como un espació de contención y acompañamiento para aquellas personas que consideren tener un problema con el juego.
Ambos representantes coincidieron en que este formato de juego trajo aparejado un nuevo paradigma que dificulta la recuperación. “Es tan invasivo que la enfermedad avanza demasiado rápido en los jóvenes de hoy en día” comentó el ex jugador.
Por su parte Icazatti explicó que esta problemática se trata de un fenómeno multicausal que suele desarrollarse, con más frecuencia, en familias disfuncionales. “Hay mala comunicación, no por el juego sino antes del juego. Acá intervienen muchas cuestiones de los paradigmas sociales que se dan por la edad; ni el chico entiende al padre, ni el padre entiende al chico. Los padres tienen que empezar a ver la manera de llegar al mundo interno de los hijos. No desde el reproche o el interrogatorio, sino desde el vamos juntos”. Además, hizo énfasis en la importancia de una red de apoyo que acompañe y aliente al joven a recibir ayuda. También profundizó sobre la recuperación de los pacientes: “Hemos tenido mucho éxito, la mayoría se ha recuperado increíblemente, consiguiendo una economía mucho mejor que la que tenían antes. Porque si tienen la capacidad para gastar este dinero, también la tienen para recaudar. La adicción es como cualquier hábito. Deconstruirlo es difícil, pero todo lo que se construye se destruye y se puede volver a construir nuevamente”.
Si considera que su manera de jugar no es saludable puede comunicarse a los siguientes números para solicitar ayuda. Jugadores anónimos SJ: 264-5658136. Centro por la vida: 264-4202791 Fundación de Ludopatía Infantojuvenil: 264-4461495 Programa Juego Responsable (CAS): 0800-999-1314 o Whatsapp 264-4553619 |